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UN NUEVO ASPIRANTE AL MERCADO COMÚN

Pasos adelante de una "democracia vigilada'

El Ejército es el auténtico poder en Turquía. Incluso el civilismo teórico es la obra de un general de visión larga, Kemal Ataturk, que apostó hace 60 años por Occidente y la modernización. Del califato al pluralismo había un largo camino que se recorrió a zancadas, pero con precauciones.En las últimas décadas, desaparecido el padre de la patria, los generales extreman su férrea tutela. Si los políticos se desmandan, la mano de hierro pone las cosas en su sitio. Luego devuelven el poder. La turca es una democracia vigilada,'pero que ahora, con la CE en el horizonte, avanza paso a paso hacia la normalización.

En los últimos 30 años los generales han intervenido directamente -haciéndose con el poder teórico, y no sólo con el real- tres veces: en 1960, 1971 y 1980. Hace siete años, contaron incluso con un mayoritario apoyo de la población, que veía cómo los partidos tenían que votar 100 veces en el Parlamento para elegir presidente, cómo la palabra Gobierno era un eufemismo y cómo el terrorismo de todo signo convertía las calles en campos de batalla.

En la Europa occidental y democrática, en la que Turquía aspira a integrarse, el golpe de septiembre de 1980 fue, como todos, por definición, inaceptable. Una dictadura (por muchas justificaciones que pudiera buscar) sustituía a una democracia (aunque degradada).

Malas credenciales

En Turquía, incluso gentes de izquierda aseguran que, con 30 muertos diarios por la violencia política, era una burla hablar de democracia.

Sin embargo, opinan que los generales se excedieron en la represión. El encarcelamiento de decenas de miles de terroristas y opositores, los juicios masivos, la proscripción de políticos, la ley marcial y las torturas eran malas credenciales para un miembro del Consejo de Europa y un aspirante al ingreso en la CE.

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También esta vez los militares devolvieron el poder. Primero, mediante una Constitución que reflejaba que el poder seguía casi donde estaba y que confirmaba como presidente a Kenan Evren, el jefe del golpe.

Sólo tres de los 15 nuevos partidos pudieron concurrir a las elecciones de noviembre de 1983. Triunfó el centroderechista Partido de la Madre Patria (PMP), una especie de UCI) a la turca que integraba desde partidarios del ultraliberalismo económico a islámicos descontentos con la laicización impuesta por Ataturk. El líder del PMP, Turgut Ozal, de 60 años, actual primer ministro, es un amigo de Estados Unidos, gordezuelo, simpático y bonachón, pero negociador práctico, correoso y hábil.

En los comicios locales de marzo de 1984, el PMP ganó, pero el Partido de la Recta Vía (PRV) y el Partido Social Demócrata (PSD), que defendían, respectivamente, las ideologías de las proscritas formaciones de Suleiman Demirel y Bulent Ecevit, ya comenzaron a hacerle sombra.

El pasado septiembre, las elecciones para cubrir 11 vacantes en el Parlamento demostraron que el derechista PRV es una seria amenaza para el PMP. El otro peligro, el de la ola islámica, está asumido por Ozal, que no olvida a esta clientela en discursos y gestos. En las elecciones, llegó a parar un mitin para hacer la oración ritual. Después de todo, en Turquía hay un 99% de musulmanes.

Con Ozal, Turquía ha limpiado en parte su imagen. La creencia generalizada es que el primer ministro -por pragmatismo o por convicción- hace lo que puede... y hasta donde le dejan. Los excesos no han desaparecido, pero se investigan denuncias, incluso se castiga a algunos torturadores.

Las prohibiciones se mantienen y los juicios masivos no han concluido, pero la ley marcial sólo sigue en vigor en cuatro provincias, en las que los guerrilleros kurdos se mantienen especialmente activos.

El Consejo de Europa y el Parlamento Europeo mantienen sus reservas, pero nadie ve fácil la homologación inmediata como una democracia occidental.

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