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Polonesa

Si este Papa no fuera algo más que un Papa, desde mi acatolicismo militante, aunque asuma elementos de cristianismo inevitables en el sustrato cultural, me consideraría desautorizado a meterme en casullas de once varas. Pero este Papa ejerce de superman político y sobrevuela los espacios del mundo besando aeropuertos, calificando y descalificando, cubriendo con su capa volante buena parte de las ignominias de la Tierra. Yo no sé si los sufridos cristianos emancipadores se boquiabrieron o no se boquiabrieron cuando le vieron avalar con su presencia a la truculenta junta argentina, y me explico que esos mismos cristianos traten de establecer ahora un balance positivo, liberador, del viaje chileno. Pero la ceremonia de la confusión moral, quizá no teológica, escenificada por el Papa polaco en Chile permite que tanto los verdugos como sus víctimas puedan creer que la misa ha sido oficiada en su honor.Hay quien cree que todo el monte es orégano, pero este Papa ejerce político-espiritualmente desde la sospecha de que todo el mundo es Polonia. Parte del criterio inevitable de que hasta el más sangriento verdugo de derechas es hijo de Dios y de la Iglesia, criterio que hasta ahora tan alta jerarquía ha empleado más en legitimar verdugos que en avalar democracias. Aquí los verdugos fueron bajo palio durante 40 años, y sus mártires jamás serán beatificados, tal vez porque murieron víctimas de sus propias emanaciones de azufre ideológico. Y cuando en una noche tragicómica de nuevo los verdugos amenazaron con sus ametralladoras nuestras libertades, las altas jerarquías de la Iglesia estuvieron tocando el piano hasta la madrugada. Tal vez una polonesa solicitada por la paloma de la paz de las derechas.

No hay mal que cien años dure, les ha dicho el Papa a los chilenos, y hasta los desaparecidos han saltado de júbilo ante tal aportación de esperanza, virtud teologal. Mientras tanto los gorilas de Pinochet seguían matando. Y es que a Dios rogando y con el mazo dando, como dijo Chopín.

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