El Estudiantes mandó al Madrid al desempate
El Estudiantes no podía ganar de otra manera porque está llamado, por extraño designio divino, a ofrecer las mejores dosis de heroismo. Tres prórrogas (93-93, 99-99 y 103-103) sirvieron para darle el decorado necesario a una nueva victoria estudiantil. Porque el Estudiantes nunca puede ganarle a un grande como si tal cosa, sin muertos, sin heridos, sin despertar en el respetable una gran descarga de emotividad. El Real Madrid estuvo digno, como siempre en estos duelos, porque el heroismo no se escribe ante un rival diletante. El gran derby celebrará desempate el próximo martes en el Palacio de Deportes.Lo mejor del Estudiantes es su fe en cualquier victoria imposible, pero ante el Real Madrid corre un riesgo: sabe que eso es posible. Por tanto, su fe puede necesitar menor entereza. Pero no fue el caso de ayer, por cuanto el Real Madrid se vio impedido de distanciarse en el marcador y alimentó, según pasaron los minutos, las ansias de su vecino enemigo.
Tras lo que ambos equipos dieron de si hace una semana, pudo comprobarse algo importante: el Estudiantes había preparado mejor el partido y Garrido, el técnico, persistió en la idea de alejar a Russell de Spriggs. Con una zona mixta y la confianza en la dureza que Pedro picapiedra Rodríguez acostumbra a emplear para atemorizar a Romay, el Estudiantes rectificó muchos de sus ataques luchando valerosamente, en condiciones de presunta desigualdad, con los pívots madridistas. Rodríguez destinó su cara para la beneficiencia pública, para que Branson o Romay o cualquier otro hicieran con ella lo que buenamente quisleran, pero se cuidó muy mucho de no dejar un rebote suelto; si le cortaran el brazo, nacería otro para ir por un rebote.
En el lado opuesto, Spriggs estuvo menos lucido y una táctica conservadora dio escasos frutos. El Madrid defendió individual con una agresividad demasiado controlada y luego se colocó en una zona pésimamente ejecutada, que permitió al Estudiantes, en la segunda parte, mantener una buena racha de aciertos.
Puestas así las cosas, el Madrid sintió muy pronto la incomodidad que le produce jugar con su vecino. Es ya un escozor inevitable. El partido, además, se desvió hacia un trabajo a destajo, prórroga tras prórroga, balón por balón, carrera tras carrera. El Madrid dispuso de las últimas posesiones en las dos primeras prórrogas, pero desaprovechó la ventaja, porque le faltó valor. Psicológicamente, el Estudiantes estuvo mucho más entero y, de su fe, llegó la facilidad con que resolvió en la última prórroga, con el contrario desvalijado, desorientado, desprovisto de recursos. Porque, cuando las líneas se rompen, los cadáveress interrumpen cualquier maniobra y al cuerpo a cuerpo se llega casi sin municiones, sólo queda el recurso de la fe.
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