_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Hambre

El alcalde de Santander barre la miseria de la ciudad debajo de las alfombras. Ya durante el franquismo los miserables de la posguerra eran barridos por la ley de Vagos y Maleantes, bien a recintos especiales como el famoso Palacio de las Misiones de Montjuïc (Barcelona) o directamente a la cárcel. Pero no sólo en Santander se cuecen habas, aunque quizá el pintoresco alcalde santanderino emplee pucheros rancios de los tiempos de Atila, el rey de los hunos y de los otros, como escribía Unamuno. En Barcelona la asociación de vecinos del casco antiguo lanzó la campaña Aquí hi ha gana (Aquí hay hambre) para concienciar a la triunfalista Barcelona olímpica sobre sus malas economías sumergidas, tanto que son miseria.El espectáculo de la mendicidad urbana española recuerda ya tragicomedias similares de cualquier capital del llamado Tercer Mundo. Aquí la distribución de la riqueza se ha reservado al automovilista urbano, que debe disponer a su alcance de un abundante repertorio de monedas para compensar a los pedigüeños de esquina que le ofrecen limpiarle el parabrisas o venderle las más fútiles mercancías; sobre todas, los pañuelitos de papel, para que se seque las lágrimas, supongo, si es que el automovilista es un ser sensible ante la desgracia ajena. Mendicantes de todos los sexos (creo que hay tres), edades y tamaños, primero tratan de venderte algo, luego la nada: "Déme algo para comer y así no tendré que ir por ahí robando", me dijo el otro día un ciudadano prelógico; es decir, aún no había cumplido los ocho años. Ante la campaña de los vecinos del casco antiguo concienciando sobre el hambre de los viejos y marginados en general de la Barcelona Olímpica ha habido una curiosa reacción paraoficial: se ve la campaña como una maniobra electoral de la competencia para restar votos al alcalde Maragall. Se reclama un cierto fair play de los hambrientos. Que se aguanten las ganas de comer hasta después de las elecciones y que se preparen a ser barridos bajo las alfombras cuando esté a punto de llegar la antorcha olímpica.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_