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VIDA Y MILAGROS DEL BANCO ESPAÑOL DE CRÉDITO

10.000 millones de pesetas para tapar los 'agujeros'

El año pasado, el Banesto tuvo que hacer frente a los problemas pendientes

El año que acaba de terminar ha representado para los máximos responsables de Banesto el ejercicio en el que han tenido que sacar a la luz la mayor parte de los problemas que tenían aparcados desde varios ejercicios anteriores. Aceptar las pérdidas derivadas del Banco Garriga Nogués, Tierras de Almería, Agromán, Isodel y el contencioso con la familia Coca, así como otros de menor cuantía, ha supuesto fuertes discusiones en el consejo de administración de la segúnda entidad financiera nacional. Algunos consejeros, los que ya formaban parte de Banesto, mantuvieron sus reservas a sacar a la luz todos los problemas al tiempo y optaban por hacerlo de forma gradual para así poderse defender algo más de los posibles ataques que se levantarían por parte de los accionistas, El resto -José María López de Letona en particular-, al no ser responsables de la gestión anterior, prefirieron barrer lo más posible en un solo ejercicio.Para ello contaron con el apoyo decidido del Banco de España, que permitió un reparto de dividendo igual al de los dos ejercicios anteriores, con cargo a las reservas obtenidas en años anteriores, y poder así destinar todos los recursos generados en 1986 a saneamientos pendientes. La operación diseñada de esta forma, idea exclusiva de López de Letona, según declara él mismo, separa claramente dos etapas distintas en la vida de Banesto.

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La herencia y la influencia

La primera, iniciada en torno a 1977, cuando José María Aguirre Gonzalo es presidente de la entidad y Pablo Garnica Mansi el máximo ejecutivo, concentra, junto a indudables aciertos en la gestión bancaria, un cúmulo de errores de tal magnitud que acaban 10 años después poniendo en entredicho la solvencia de la entidad.

La fusión con el Banco Coca, realizada, como ha reconocido Pablo Garnica en numerosas ocasiones, con el único fin de mantenerse en el primer lugar entre las entidades financieras por depósitos y con la intención de formalizar un pacto político para el control de la entidad desde el consejo de administración, supone a la larga una serie de problemas legales aún no concluidos y un elevado volumen de pérdidas para Banesto, de las que se trata de ir eludiendo su plasmación en las cuentas a pesar de las presiones de la inspección bancaria.

La inspección realizada por el Banco de España a los siete gran,des bancos nacionales, bajo la dirección de Aristóbulo de Juan, pone de manifiesto el agujero de la operación Coca, así como los primeros indicios del resto de los denominados problemas de Banesto. El cerco se va estrechando.

Banesto verá como se cambian a sus gestores que sustituyen a los que había hasta entonces, sufre una congelación de los dividendos repartidos entre los accionistas y tiene una fuerte presión para que vendan parte de sus mejores activos y obtengan las plusvalías suficientes que garanticen unos niveles de provisiones suficientes para ir tapando los agujeros descubiertos.

Malas compras

Por orden de aparición, los problemas del consejo de administración de Banesto empiezan en diciembre de 1977 cuando se llevan a cabo las negociaciones para la fusión por absorción del Banco Coca por parte de Banesto. La operación, además de permitir a Banesto seguir siendo el número uno, reporta dos beneficlos adicionales: un pacto para la renovación de la presidencia del banco y la eliminación de parte dela autocartera de Banesto. La experiencia, aunque posteriormente resultara mala para todas las partes, al tener el Banco Coca un agujero considerable, no debió parecer descabellada a los máximos responsables de Banesto, porque a los pocos meses se cierra una nueva operación de forma similar. Banesto adquiere el 17% del Banco de Madrid-Catalán de Desarrollo a cambio del 3,7% de acciones de Banesto. Al intercambio de acciones corresponde un "intercambio de hijos", como iba a ocurrir también en el Coca.

Esta compra parcial del grupo Banco de Madrid acabó en 1980 con la compra total del grupo y, según fuentes de Banesto, con la recompra a Castell de todas las acciones de Banesto. Algo que había sido concebido como un nuevo episodio de la lucha por el poder en Banesto se transforma en una operación iruinosa donde todos ponen dinero para sanear el Banco de Madrid, que se convierte en el banco de pruebas de los hijos de los máximos responsables de, Banesto.

Si todos estos problemas eran viejos y en parte se conocían, en 1985 y 1986 estalló el resto de asuntos pendientes de Banesto. El más llamativo sin duda ha sido la crisis del Banco Garriga Nogués, totalmente propiedad de Banesto de Banesto, con unas pérdidas reconocidas de 73.733 millones de pesetas, procedentes de ejercicios anteriores a 1986 (23.664 millones), del último año (8.500 millones) y de pérdidas de sociedades participadas o de créditos fallidos (41.000 millones). Para estos quebrantos, en 1985 Banesto destinó 17.000 millones de pesetas.

Este cúmulo de problemas, que exigía como poco 100.000 millones de pesetas, se decidió resolverlo en un año mediante la aplicación de todos los recursos generados a provisiones. Estos recursos, unos 82.000 millones de pesetas en 1986, se obtuvieron con los resultados normales del ejercicio, algo inferiores a los 50.000 millones de pesetas, cifra similar a la alcanzada en 1985 y que muestra un estancamiento en Banesto. El resto, más de 30.000 millones de pesetas, se debe a la venta de participaciones accionariales que poseía Banesto, de las que se ha desprendido para eliminar una parte de las pérdidas contabilizadas.

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