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Dorothy Malone

Una actriz que vivió el final de la "era dorada' de Hollywood

Andrés Fernández Rubio

Dorothy Malone tiene 61 años y los mismos ojos azules -destacada su brillantez por una sombra negra de maquillaje- que la hicieron famosa en Hollywood al final de la era dorada. En 1956 recibió un oscar a la mejor actriz secundaria por Escrito sobre el viento, de Douglas Sirk. Su filmografía está plagada de títulos legendarios, y también son leyenda varios directores con los que trabajó, entre ellos Michael Curtiz o Howard Hawks. Actores como Humphrey Bogart, Cary Grant o Ronald Reagan compartieron con ella los repartos. La actriz se encuentra en España rodando una película.

La personalidad de la actual Dorothy Malone transmite, sin que ella lo quiera, un sabor nostálgico. Hasta en sus gestos, que son pocos pero de una precisión milimétrica, y que dan la impresión de que giran todos alrededor de los ojos, se advierte una manera de actuar diferente a la que hoy día poseen los jóvenes actores. Igualmente eficaz, en todo caso.Malone nació en Chicago en 1925, pero a las cuatro semanas su familia se trasladó a Dallas. Allí trabajó en funciones teatrales de colegio, y un cazatalentos la llevó a Hollywood, donde intervino en su primera película a los 18 años. "Era la época de los grandes estudios", dice. "Luego Clark Gable murió y empezó el declive. La calidad descendió en los sesenta".

Pero antes de la decadencia Malone tuvo tiempo de convertirse en una rubia impresionante que aparecía en papeles secundarios como una niña, madre o maestra ejemplar. En 1946 intervino en El sueño eterno, de Howard Hawks. "Tenía que entregarle un vaso a Humphrey Bogart. Me puse tan nerviosa que me temblaba la mano y tuvieron que llenarlo con clavos".

Ha acompañado a Frank Sinatra, Cary Grant, James Cagney, Kirk Douglas y muchos otros en títulos como Noche y día, de Michael Curtiz; La casa número 322, de Richard Quince, o Más allá de las lágrimas, de Raoul Walsh. A las estrellas las define como "temperamentales pero accesibles". Ella era la más joven entre los mitos, "la joven señorita en el gran banquete", según dice.

Con Reagan coincidió en un western. "Siempre entraba con una energía increíble, hablando ya entonces de política". Sobre si le gusta la actuación de su antiguo compañero en su puesto actual se muestra prudente: "Unos días sí, otros no".

Quizá una de las jornadas más emocionantes para Dorothy Malone fue aquella en la que le concedieron el Oscar. Pero apenas se dio cuenta de ello. "Yo trabajaba entonces en dos películas. Por el día tenía que estar superpeinada y por la noche saltaba en paracaídas en otra escena de otro filme. Cuando tuve que agradecer el premio no supe qué decir. A la mañana siguiente mi casa se inundó de flores. Firmaban las tarjetas John Huston, Joan Crawford, Bette Davis...".

Malone interviene ahora en Madrid en un filme de José Ramón Larraz. Es su primera visita a España y pronuncia la palabra sangría con mucha propiedad. Irónicamente comenta que echa de menos las películas de amor, el misterio que se creaba en torno a un beso entre Ingrid Bergman y Bogart. "En las películas actuales la gente va directamente a la cama", dice con picardía. Y otra vez recuerda la época dorada de su vida: "Yo estaba allí, y con Marilyn Monroe jugaba al béisbol".

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