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Antonio y Curro

Un dúo musical que mezcla el flamenco y la salsa

Andrés Fernández Rubio

En Sevilla, cuando Antonio Díaz y Curro Balastegui eran niños, se oían por la radio canciones muy sentidas de Antonio Molina, entre ellas la que dice: "Yo quiero ser matador/ y lo tengo que ser" o "Adiós, mi España querida, / dentro de mi alma te llevo metida". Las canciones radiadas, y su reflejo en la gente del pueblo, fueron la banda sonora de la infancia de ambos, la que los impulsó a vivir de la música, en una trayectoria que ahora puede dar un giro con la edición de su primer disco, flamenco y salsero.

Antonio y Curro, sin apellidos es el nombre del dúo, formado hace cinco años. Antonio Molina es su referencia más clara cuando hablan de la adolescencia, de la influencia del Sur visto como punto creador de un folclor que va primero a la piel y luego a la cabeza. "En Andalucía la gente interpreta cancione en cualquier parte, en los bauti zos o en las bodas. En cualquie mostrador alguien te puede echar un cante", dice Antonio Díaz.Díaz trabajó de pequeño en diversos oficios, fue oficinista, frutero y panadero. De noche se escapaba de casa a los locales de flamenco. Allí empezó. "Me dí cuenta de que le sacaba ma yor provecho, no sólo personal sino también económico, a cantar y tocar la guitarra que a vender fruta", dice. "Lo primero me hacía más ilusión que colocar bien las naranjas o las peras".

Curro Balastegui reparaba coches y también frecuentaba los círculos musicales. Los dos se conocían y acabaron reuniéndose en Berlín, donde actuaba Antonio, para cantar a dúo. Allí se lanzaban por sevillanas en todo tipo de bares, en una ciudad de la que recuerdan su carácter cosmopolita, la mezcla de etnias, la agitada vida nocturna y la competencia entre los músicos.

Quizá la mayor parte de la experiencia y profesionalidad que demuestran ahora cuando actúan se la deban al público alemán, por la necesidad imperiosa de no fracasar en las actuaciones en directo, de "calentar a la gente, levantarla, hacerla vibrar", según explica Balastegui.

Después de Berlín volvieron a España, y hasta ahora han actuado en fiestas privadas, locales nocturnos o en las costas durante la época veraniega. Reconocen que han vivido y también malvivido, y su ilusión actual es su primer disco, que se titulará Color moreno y que saldrá al mercado en breve.

Las canciones que incluye mezclan el folclor andaluz con otros temas que tienen un toque de salsa. Sus actuaciones, en esa búsqueda de la vibración visceral en el que escucha, producen en diversas dosis lo mismo una irrefrenable alegría que la inquietud de las cosas elementales, del acervo racial.

"Cortijo de la Juliana, / donde el olivar termina, / y se abre paso el sendero / entre pinares y encinas", es una de las letras, de un cantautor andaluz, que aparecerán en el disco. Otra de ellas, compuesta por Antonio Díaz, habla de una barca encallada en un coral sin poder desasirse, historia previsible de un hombre y una mujer en clave marina. Antonio Díaz toca la guitarra y Balastegui las maracas. El primero está a punto de casarse y el segundo ya tiene un niño muy pequeño. Ambos tienen 36 años. La pretensión del dúo, según dice Díaz, es que el público pase un rato agradable escuchándolo: "En la vida todo es trágico o alegre según te vaya", añade, "pero es cierto que hoy en día, para mucha gente ocupada, un rato agradable tiene un significado especial, casi extraordinario".

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