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Instrucciones

Juan Cruz

La princesa de Gales acaba de hacer una autocrítica que vale para todos los habitantes del siglo del libro de instrucciones. Los siglos, como los años, tienen su definición, y del mismo modo que hubo uno de las luces y alguna que otra centuria pasó a la historia como habituada a las tinieblas, este que corre y se estrella contra su final como una mariposa ciega es el siglo del libro de instrucciones.El libro de instrucciones está por todas partes, como un prospecto fatídico que diera todas las claves a seres estúpidos, incapaces de llevar a cabo las bondadosas indicaciones de los autores de esos anónimos de papel couché. Es una especie de ataúd con el que se quiere envolver el océano de nuestra ignorancia. Diana de Gales lo ha dicho. Y como todo lo que dice esa famosa boca pintada tiende a figurar en las columnas de chascarrillos de la Prensa mundial, ahora resulta notable que un personaje de carne y hueso considere imposible la utilización sabia del libro de instrucciones. A la princesa le pasa eso con las instrucciones que acompañan a los juguetes de sus hijos. Es tan bruta, según sus palabras, que se siente incapaz de igualar la destreza de los chicos. A los británicos no les debe resultar una noticia la declarada estupidez de la esposa de Carlos, porque sabido es que los súbditos de Isabel II tienen hacia la familia real tanto respeto como distancia, pero sí les habrá reconfortado que un personaje de esa alcurnia reconozca que entre tantos elementos como dan forma a la propia estimación de la estupidez humana ella comparta con todos el de la ceguera manifiesta ante el libro de instrucciones.

Escritos contra el género humano, ahogados en una palabrería que disimula con los defectos de traducción la falta de claridad, los libros de instrucciones existen para hacer inservibles las cosas. El único libro de instrucciones por el que se siente nostalgia es el inencontrable libro de instrucciones para caminar solo.

Lo hubiera escrito Cortázar, con su decálogo y todo, pero se murió solo hará pronto tantos años.

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