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Ágrafos

Los tipos qué más me impresionan en la vida son los que no abren el pico. Mientras tú hablas, escribes o discutes como un descosido, sientes sus miradas hipercríticas como se siente (supongo) un punzón helado en la nuca, pero después, ni mu. Te observan todo el tiempo sin bajar la mirada, una espléndida mirada demoledora; callan ostentosamente cuando llega el turno de réplica y luego, con elegante gesto de hastío, se largan del lugar del crimen dejándote en el mayor de los ridículos. El silencio crónico, incluso el agudo, no sólo es una de las cosas más difíciles de refutar; también, por lo visto, es el mejor discurso intelectual del momento. Lo comprobamos esta semana en unos artículos sobre el lugar del pensamiento.

Los filósofos más admirados y respetados de este país son justamente aquellos que se niegan a publicar, los que practican la difícil sabiduría de callar a tiempo y tienen la audacia de no editar libros, ni siquiera folios, mientras los demás se desgañitan en los medios, inundan los escaparates de refritos y divulgan divulgaciones en los tresillos de televisión. La lógica es impecable. Como no es posible un pensamiento original y, por consiguiente, la provocación es cada día más difícil porque todo es tercera mano, pues lo mejor es callar. Por eso, los autores más prestigiosos en este país son los escritores ágrafos, los pensadores inéditos, los novelistas y poetas en ciernes, los arquitectos sin obra, los polemistas mudos, los científicos que nunca pisaron un laboratorio, los intelectuales sin bibliografía, los vanguardistas apócrifos y los grandes artistas de la expectativa. Hay gentes que confunden este profundo silencio con la flojera mental del momento y establecen odiosas comparaciones con otras épocas. Ahora bien, lo difícil en estos tiempos no es escribir, publicar, conferenciar, criticar, salir en la tele. Eso ya lo hace cualquiera. Todos perpetramos esos ridículos. Lo verdaderamente difícil y envidiable, en medio del ruido de los medios, es la elegancia del ágrafo, la honda sabiduría del inédito, la perturbadora mirada del buey mudo.

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