Eugenio Granell

Con André Breton, en Santo, Domingo (1941); con Wifredo Lam, Benjamín Peret y otros amigos, en París (1954); con Marcel Duchamp, en Nueva York (1960). Además de las fotografías, la estancia del pintor Eugenio Granell, el único superviviente español del movimiento superrealista, se completa con libros, máscaras, una maniquí con sombrero, el lienzo del cuadro que pinta y una reproducción original de la fotografía de Cappa que representa la muerte de un soldado republicano y el drama de la guerra civil.

El pintor gallego vivió con intensidad el drama de la guerra civil. Trotskista y después miembro del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), participó activamente en la batalla del Ebro y pasó a Francia en 1939. Luego, todo es un exilio que nada tiene de superrealista. Huyó de Francia en el último barco, perseguido por un submarino alemán, antes de la llegada de los nazis, y encontró finalmente refugio en Santo Domingo, donde vivió seis años. De allí fue expulsado por desavenencias con el dictador Trujillo y recaló en Guatemala."De Guatemala", relata el pintor, "me echaron los comunistas: les arruiné un congreso casi sin querer y vinieron a casa a matarme, pero me protegió el presidente y estuve refugiado en la Embajada de Brasil. Me despidieron con grandes honores". La próxima etapa fue Puerto Rico, país en el que residió otros seis años: "No, de allí no me echaron, pero yo creo que porque no se enteraban. Venían y me preguntaban si era comunista, y yo insistía en que no, en que era anticomunista y en mi condición de trotskista". De allí, a Nueva York. Granell residió en EE UU desde 1957 hasta hace año y medio, cuando decidió volver a España.

En toda su peripecia, este gallego irreductible y genial, sardónico de vocación, admirador de Cunqueiro y luchador por la libertad hasta la utopía -a la que se refiere con frecuencia-, fue músico, periodista, novelista, profesor de español, doctor en Antropología, autor de libros de arte y, sobre todo, pintor "Pintor porque los españojes nacemos pintando, como lo italianos cantando ópera, los rusos confesándose en público y los franceses ahorrando".

Amigo de los superrealistas y miembro de este movimiento defiende su estética contra lo abstracto: "Es una moda de la que se salvan algunas excepciones, pero que no traspasa el sentido ocular, (que se queda en lo que antes se llamaban artes decorativas". Del hiperrealismo, hoy de moda, cree que es "una pérdida de tiempo": "Un buen fotógrafo lo hace en un instante".

Eugenio Granell tiene en la actualidad obras en una colectiva en París sobre los amigos de Breton y en la bienal de Venecia. Acaba de clausurar una antológica en La Coruña con 140 obras, y el Museo Español de Arte Contemporáneo (MEAC) prepara otra gran exposición individual.

Tenga o no razón este gallego considerado como uno de los más auténticos exponentes del superrealismo en el mundo, desconocido en España, crítico, irreductible y jocoso, ha conseguido coronar su vida surcada de huidas y exilios, de miseria y necesidades, con una estética que se opone al miedo y de la que destaca sobre todo la libertad: "El superrealismo es una condición ética en la que los valores más altos son la libertad y la exaltación del amor".