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Peligro de aburrimiento

La expectación despertada por los resultados de las elecciones autonómicas del pasado 30 de noviembre en Euskadi empieza a ceder terreno al tedio y al hastío. A los ojos de gran parte de los vascos, la negociación para formar un Gobierno que debe necesariamente apoyarse en más de un partido político se ha convertido en un galimatías indescifrable. Lo grave no es que a los 43 días del pronunciamiento de los electores no haya un nuevo Ejecutivo, sino que no exista el menor indicio de los interlocutores preferidos para poner en pie su proyecto político por el partido que ha aceptado la responsabilidad de formar un Gabinete.La primera y exhaustiva ronda de consultas previas, que puede darse por finalizada con los ultimátum a Txiki Benegas de las dos ramas separadas del nacionalismo moderado, no ha servido para aclarar gran cosa. El oscurantismo ha dominado a los protagonistas. De cada reunión existen tantas versiones, enfrentadas entre sí o diferentes, como fuerzas políticas participantes. Donde un partido ha creído ver' un compromiso el otro dice que sólo hubo un inocente comentario. Tal organización comprueba que un problema se convierte en un escollo insalvable en la misma reunión donde la otra descubre aproximaciones importantes sobre la misma cuestión.

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La pretensión del partido socialista de hablar de todo con todos y al mismo tiempo, y la ausencia de una oferta programática concreta por parte de la fuerza ganadora sólo han servido para crear confusión. Y también para que las dos ramas nacionalistas de Arzalluz y Garaikoetxea, una de las cuales parece imprescindible para articular cualquier Gobierno con cierta esperanza de estabilidad, denuncien que Benegas quiere subastar el Ejecutivo a la. baja y dar entrada en Ajuria Enea al partido que ponga menos condiciones.

Ejemplo de incoherencia

Un ejemplo de la incoherencia de la situación lo ofreció el pasado jueves el pleno de constitución del Parlamento, en el que se eligió la Mesa de la Cámara. Los cuatro diputados del Grupo Míxto (dos del CDS y dos de Alianza Popular) consiguieron, dirigidos por el centrista Jesús María Viana, poner patas arriba los proyectos de las formaciones mayoritarias y neutralizar la decisión del PSE-PSOE de marginarles, en contradicción con el espíritu de su campaña electoral. Viana dio sus votos al PNV para la presidencia de la Cámara, sin ningún compromiso ni contrapartida, según los propios interesados, y obligó a Euskadiko Ezkerra a acudir en socorro del candidato socialista para que no fuera derrotado. De la falta de voluntad o capacidad de diálogo de los partidos vascos da idea el desarrollo del resto del pleno, cuyas votaciones sucesivas se transformaron en un cruce de pedradas parlamentarias entre socialistas y nacionalistas. Cada uno infligió al rival una derrota y le hizo perder un puesto en la Mesa, en beneficio de Carlos Garaikoetxea, y del propio Viana. Tres días después, ambas fuerzas aún polemizan en los medios de comunicación del País Vasco sobre quién fue el responsable.

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