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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La reforma china y los estudiantes

EN LA evolución reciente de China, las manifestaciones estudiantiles que se desarrollan en una docena de ciudades alcanzan particular relieve. Es la primera ola de acciones estudiantiles después de lo que algunos llamaron, con exageración, la primavera de Pekín de 1978-1980, que terminó con medidas represivas del poder. Pero existe una diferencia profunda entre los dos períodos: entonces lo que estaba al orden del día era la derrota y superación de la etapa del maoísmo y de la revolución cultural. Ahora el poder del líder de la reforma, Deng Xiaoping, está bastante asentado. El maoísmo es casi el pasado, sobre todo para los jóvenes. Sin embargo, el equipo que gobierna China es una coalición entre los reformistas resueltos, como Deng, y otros dirigentes con prestigio histórico que, algunos en el mismo Buró Político, aceptan la reforma a regañadientes y se esfuerzan por congelarla.El compromiso alcanzado en el último Comité Central, en septiembre pasado, reflejó una victoria de los reformistas: se confirmó la necesidad de un cambio no sólo económico sino político; el principio de apertura al exterior fue definido como inalterable; se reconoció la conveniencia de un debate ideológico en el que puedan expresarse diversas concepciones. Sin embargo, después del éxito indiscutible de la reforma en el campo -gracias a la cual China se autoabastece hoy en alimentos- la reforma industrial atraviesa por serios problemas, debidos en parte a frenos administrativos; en cuanto a la reforma política, se limita al rejuvenecimiento de muchos cuadros y a una descentralización, aprovechada en casos por elementos locales conservadores.

Las recientes manifestaciones estudiantiles se producen cuando en los órganos dirigentes del país se desarrolla una lucha, más o menos solapada. Los meses que quedan hasta el congreso del partido comunista, en octubre de, 1987, serán decisivos para que ese congreso pueda dar un nuevo impulso a la reforma y renovar la cumbre del partido a fin de que se garantice su puesta en práctica. Ahora ya parece claro que las mariffestaciones, consideradas en ese marco político general, representan uda ayuda para el sector reformista; tal es el deseo de al menos una gran parte de los estudiantes, como lo demuestran sus consignas y otros hechos significativos, como la carta abierta a Deng suscrita en el campus de Pekín y el canto de la Internacional en sus demostraciones. Ello no queda desmentido por las medidas policiacas adoptadas por las autoridades. Los máximos dirigentes no han tomado posición pública hasta ahora. Es sintomático que al quemar el órgano oficial, Diario del Pueblo, a causa de las informaciones falsificadas que ha dado de las manifestaciones, los estudiantes pequineses le hayan calificado de boca y garganta de los izquierdistas, es decir, de los conservadores en la actual realidad china. El departamento responsable de la propaganda figura entre los sectores del aparato del partido más reacios a la reforma, lo mismo que los sectores de la economía estatal supercentralizada.

Las manifestaciones son utilizadas por los conservadores para decir que la reforma lleva a la anarquía; pero no parece que tal acusación pueda tener muchos efectos en las actuales condiciones de consolidación del poder de Deng. En cambio, es cierto que algunas de las demandas de los jóvenes van más allá de la reforma que Deng Xiaoping se propone poner en marcha. Por ahora existe un debate más bien teórico, en revistas y en las cátedras universitarias, sobre la mejor estrategia para desarrollar la reforma económica, sobre los límites de la democratización política; pero en ese debate no se pone en discusión el papel primordial del partido. Es natural que entre los estudiantes, sobre todo ante la lentitud o congelación de los progresos, surjan posiciones más radicales. Ayuda para Deng Xiaoping, las manifestaciones expresan a la vez exigencias de futuro.

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