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Reportaje:El testamento de Samora Machel / y 2

Mozambique, bajo el dominio del 'mentical'

La moneda nacional mozambiqueña, el metical, es popularmente llamada en Maputo mentical. El juego de palabras es la mejor expresión del divorcio entre la economía legal y el mercado negro, o candonga, que constituye actualmente el modo de vida normal de la mayor parte de la población de las ciudades. Al cambio oficial, publicado diariamente por el periódico estatal Noticias, el metical se cotiza a casi cuatro pesetas, mientras que por un dólar norteamericano (unas 134 pesetas) dan 39 meticales. Sin embargo, en cualquier esquina es posible obtener 1.800 menticales por cada dólar.

En las lojas francas, especie de tiendas libres de impuestos donde se puede comprar exclusivamente con divisas extranjeras, los mozambiqueños (y no sólo los extranjeros o los miembros del partido) pueden encontrar el whisky y los productos de lujo importados, pero también una serie de bienes de primera necesidad -patatas, tornillos, pasta de dientes o pilas eléctricas-, cuya falta se hace sentir en las tiendas normales, que hace mucho volvieron a manos privadas, después de un infeliz intento de estatalización del comercio interno.La liberalización de los precios de los productos hortofrutícolas, del pescado y de la carne de producción familiar ha resuelto la situación de penuria absoluta que alcanzó la capital hace dos o tres años: los mercados de Maputo están hoy bien abastecidos en alimentos frescos.

Precios abrumadores

Los precios, sin embargo, son abrumadores para quien los mide en meticales: 150 meticales (600 pesetas) el kilo de tomates o cebollas, 250 meticales el kilo de carne de cerdo (con piel, huesos y todo), 1.000 meticales el kilo de manzanas, 2.500 meticales un bonito cesto de paja.

Teniendo en cuenta los sala rios oficiales -3.000 meticales como mínimo, 9.000 meticales de media y 40.000 meticales para un ministro-, es fácil concluir que los mercados de Maputo deberían estar desiertos de compradores, y la población muerta de inanición, dos hechos que quedan desmentidos por la observación más superficial. Lo que ocurre es que, convertidos en menticales, los precios se reducen en unas 40 o 50 veces.

Los candongueiros, profesionales del mercado negro, son denunciados en los discursos oficiales como individuos que se aprovechan de la miseria ajena y los únicos beneficiarios de la economía sumergida, pero esta visión maniqueísta de la situación es un artificio de ficción política.

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Los dólares o los rands (la moneda surafricana) son indispensables para quien quiere comer, vestirse normalmente y tener un coche para fines profesionales -la gasolina está racionada, a razón de 50 litros por mes-. Sin embargo, las divisas no siempre proceden del mercado negro, ni de los emigrantes que trabajan en las minas surafricanas: hay empresas y particulares que pagan en divisas parte de los salarlos, e incluso el Estado mozambiqueño comenzó recientemente a recurrir a esta práctica para algunos de sus funcionarios.

Al actual ministro de Economía, Magid Osman, no le faltan argumentos, ciertos y objetivos, para explicar la catastrófica situación de la economía mozambíqueña, tras 11 años de independencia: la huida de los 250.000 colonos portugueses que controlaban toda la economía del país, desde las grandes plantaciones a la más pequeña tienda, dejó como herencia al nuevo régimen un vasto territorio con 13 millones de habitantes -analfabetos en un 93%, muchos de los cuales no hablaban (y no hablan aún) el portugués-, con una industria embrionarla y dependiente del exterior.

Excepto algunas exportaciones agrícolas, las únicas fuentes de divisas eran las transferencias de los 120.000 mozambiqueños que trabajaban en las minas surafricanas y los derechos que África del Sur y Rodesia (Zambia) pagaban por usar los excelentes puertos mozambiqueños.

Estas fuentes de ingresos en divisas se estancaron con la independencia. Sin embargo, la República Popular de Mozambique consiguió, hasta que llegó el momento en que se agotaron sus reservas de oro y divisas, mantener el ritmo de la actividad económica, e incluso aumentar ligeramente el producto interno, que creció del 2,6% anual hasta 1981. Acabadas las reservas, vino el descalabro, que fue agravado por una serie de calamidades naturales -sequías, inundaciones catastróficas- y por la escalada de las acciones de la guerrilla de la Resistencia Nacional Mozambiqueña (Renamo), que fiagelaron sistemáticamente las vías de comunicación y los medios estatales de producción y transporte.

Los dirigentes de Maputo, al responsabilizar exclusivamente de la actual situación económica a las acciones desestabilizadoras efectuadas por África del Sur y la Renamo, dejan en la sombra otras razones igualmente importantes: la falta de cuadros para administrar y dirigir de forma minimamente aceptable el enorme sector estatal constituido por las empresas y bienes de los ex colonos; la falta de interés de la mayoría de la población campesina roducción de excedentes comercializables, ya que el escaso dinero que podrían conseguir por este medio tiene poco valor debido a que el Estado dejó de poder importar y distribuir los productos necesarios para abastecer el comercio interno.

Las razones para un optimismo moderado tampoco faltan. La experiencia ha probado que bastó una ligera flexibilización del rígido dirigismo estatal para que la iniciativa privada respondiera activamente, procurando compensar las carencias más graves del sector estatal.

El Maputo socialista se prepara para recibir nuevas inversiones de las multinacionales occidentales y a negociar con el Fondo Monetario Internacional su deuda externa de 3.000 millones de dólares. En efecto, con la apertura a Occidente del régimen de Maputo y el cambio de actitud política de Washington y Londres hacia Mozambique, las grandes compañías occidentales han descubierto en este país un interesante campo para sus inversiones y hay grandes proyectos en estudio o en marcha, como el corredor de Beira.

Este interés repentino por el país por parte de las multinacionales y de los Gobiernos de la CE es una fuente de autoconfianza para el actual Gobierno mozambiqueño, que con pragmatismo, se dispone a aceptar todas las propuestas que sirvan al desarrollo económico de la nación, sin ilusiones acerca del filantropismo de sus nuevos aliados.

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