Metáfora española
El Calderón, de Pasolini, fue una obra de teatro que durmió -su realidad y su sueño- durante años; la escenificación de Giorgio Pressburguer con la compañía estable Friuli para la televisión -emitida por la segunda cadena de Televisión Española el pasado viernes dentro del espacio El ojo de cristal- tiene ahora otra densidad añadida: la de la biografía conclusa del escritor, muerto por marginados -los drop out, que son, con esta expresión americana, parte esencial del drama-, lleno de dudas y de contradicciones. Aquí están sus fantasmas, sus sueños frustrados.La vida es sueño, de Calderón, es, para él, una metáfora; como lo es España y sú mezcla terrible de historia, tradición, guerra civil, fascismo, resistencia intelectual.
Algunas claves de esta compleja tragedia aparecen en forma de libros en manos de los personajes de Pier Paolo Pasolini: Freud, el estudio sobre la descomposición del lenguaje de Jakobson, una obra de Adolf Loos; todo un grupo de personas intrigadas por la condición desconocida de la personalidad humana y su expresión.
En todo ello hay un retrato más o menos críptico del propio Pasolini y una generación que empezó poniendo sus pies en los brujos vieneses y tratando de cohonestarlos con Marx, que se encontró perpleja después con el desmoronamiento de la sociedad y con sucesos ante los que no supo pronunciarse claramente -en este caso, mayo del 68- y que no supo ofrecer soluciones para la muerte de su mundo.
Del complejo de Edipo a los cambios de personalidad, de la riqueza de la palabra -que en algunos diálogos, sobre todo en algunos monólogos, es espléndida- hasta su insignificancia; desde la sorpresa de la situación imprevista -la del despextar de Segismundo, en este caso Rosaura, que torna parte de su papelhasta la terrible decepción final de la muerte de la esperanza (nunca llegarán los obreros a liberar a los esqueletos vivientes en los campos de concentración), todo tiene un valor testamentario y amargo.
Densidad y belleza
Demasiado denso y demasiado fuerte de ideas para la televisión, que todavía requiere otros esquemas; probablemente, incluso para el teatro y una sabiduría de reglas que éste tiene para percutir en el público: obra para grabar en vídeo y ver por lo menos un par de veces y dejarla en la estantería para volver a ella de cuando en cuando y, sobre todo, que deja la añoranza de la lectura.La belleza de imágenes de Giorgio Pressburguer -director y guionista de la obra- y la capacidad de sus intérpretes añaden belleza a la belleza escrita.
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