Locos por el baile
Fiestas para 350 alumnos de las academias de danzas de salón
Bailar correctamente un vals, un swing, un pasodoble o un tango es una habilidad social que además combate la timidez, potencia la forma física y sirve para hacer amistades. En Madrid, cada seis u ocho semanas los alumnos de las academias de baile de salón se reúnen en fiestas donde danzan juntos el Danubio azul y Hello Dolly, el Gato montés y El escondite de Hernando. La última de estas fiestas reunió el sábado pasado a unos 350 locos del baile en la sala Universal
Jesús Pérez Acebrón es un universitario nada aventajado, ya que cuenta 27 años y en los últimos siete sólo ha podido llegar a tercer curso de Derecho. En su segunda ocupación, sin embargo, como gerente de baile de salón y show-dance, es un hombre de éxito que se ha puesto el apelativo de Spiker y que cuenta hoy día con unos 280 alumnos, entre los que hay sargentos del Ejército colgados del rock, parejas de novios que se inician en el vais para lucirse en su boda, madres e hijas forofas del swing, profesores universitarios que se interesaron en el tango por las letras, y parejas de abueletes que quieren impresionar en las verbenas con su virtuosismo en el chotis.Hace muchísimos años, Jesús Pérez, Spiker, vio en una boda, en su pueblo alcarreño natal, Mandayona, a una pareja que movía el esqueleto con gran preciosismo. "Allí se me metió el gusanillo en el cuerpo", confiesa, Practicó desde entonces cuanto pudo, pero fue en 1979, en el colegio mayor Chaminade, donde un norteamericano le inició en los secretos de los bailes de salón. Los progresos de Spiker fueron tan rápidos que en 1981 comenzó a impartir sus propias clases. Ahora lo hace en el Chaminade los jueves y sábados y en la sala Universal los lunes y martes. Los cursos duran de octubre a junio y salen por 2.000 pesetas al mes.
Incondicionales del 'swing'
Vals, fox-trot, swing, rag-time, cha-cha-cha, mambo, rumba, pasodoble, samba, polca, tango, rock and roll, charlestón y chotis: todos los bailes se complementan. Según Spiker, el chotis es el más simple; el rock, el más duro; el tango, el más difícil, y el swing, el que más incondicionales tiene.Las clases comienzan con ejercicios de calentamiento, prosiguen con pasos de baile en los que los alumnos ensayan en fila y entran en materia cuando se distribuyen por parejas. "Me di cuenta de que un vais nunca luciría con unos vaqueros, y fue entonces cuando decidí hacer fiestas en las que todo el mundo fuera ataviado con la parafernalia del baile que más le gustara", comenta Spiker.
La vestimenta
La última fue el pasado sábado Spiker llevaba pantalón y chaqueta negra, guantes blancos, gafas oscuras y peluca leonada conjunto que le daba un ajusta do aire a Rod Stewart. Había también muchachas con melena corta, cinta al pelo, vestido recto hasta la cadera, talle ajustado y caído y faldita corta, todo ideal para el charlestón; caballeros con frac y esmoquin, listos para una polca; damisclas de gasas con mucho vuelo, dispuestas al vals, y jóvenes muy peinados y de ceñidos pantalones, a la espera del rock and roll. Las vestimentas salen de los baúles de las abuelas o de las tiendas de alquiler.José, el pinchadiscos de la Universal, se ve con dificultades para satisfacer la demanda: "Spiker me suele traer cintas que él ha ido grabando por ahí". El chotis del Pichi, el mambo Carioca, la polca de La explosión, el vals Sangre vienesa, la samba Brasil, la rumba Mama Inés, el rock Personality y el swing Litúe brown juzg fueron algunas de las piezas de mayor éxito. Tal repertorio dejó estupefacto a algún que otro despistado que pagó las 500 pesetas de entrada pensando que se iba a encontrar música discotequera. "¿Y toda la noche es así?", preguntaba uno al pinchadiscos. Para estos desinformados y para que los bailarines reposen unos minutos y consuman cubatas hay en cada fiesta media hora de música disco.
No sólo los alumnos de Spiker acuden a las fiestas sabatinas. Lo hacen también los de Carmen y Ventura, que imparten sus clases en el número 4 de Amor de Dios; los de García Luna, 25, y los de la Casa de Murcia. Carmen cuenta 22 años, estudia Derecho y está convencida de que el baile es una de las mejores terapias. "Nada ayuda tanto a vencer la timidez", afirma. "Las clases y las fiestas se nos están llenando últimamente de psicólogos que estudian las relaciones humanas a través del baile", dice.
Uno de sus alumnos, Javier, cuenta que llevaba "muchos años de envidia viendo a la gente lucirse con sus piruetas en los bailes". Un día vio anunciado un cursillo intensivo y se metió en él con al menos el mismo ímpetu que pone en sus estudios de Telecomunicación. "Esto es como esquiar. Es sencillo aprender, pero es dificil hacer virguerías. A mí me encanta el swing, es maravilloso, una gozada. A veces, en las clases de teleco me sorprendo pensando en algún paso especial".
El auge del swing se debe en parte a Cotion Club. De Fred Astaire, que queda más lejos en el tiempo, sólo se acuerda Spiker. Los que de esto saben auguran que el tango será espectáculo frecuente en las discotecas en poco más de un año.
Todos los bailes guardan sus propios códigos de comunicación. Cristina, una maestra en paro que cuenta 26 años y llevaba puesto el traje, debidamente arreglado, que su abuela estrenó en su bautizo, se aventuró a dar su propia definición de algunos de ellos. "El tango es erótico; el mambo, todo cadera e insinuación; el chotis, chulería; el vals, tierno y romántico. Comenzar un swing es tanto como decir 'a ver cómo nos lo montamos'; un pasodoble, 'que gane el mejor'; el rock, 'me estoy fundiendo'; la rumba, 'estoy disfrutando'. Todos los bailes son muy bellos, pero son machistas. La sevillana es el único en el que manda la mujer".
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