Tocino
De no tener ningún líder, ningún interlocutor válido, la derecha ha pasado a tener tres: Suárez, Boyer e Isabel Tocino. El feminismo/ musgo de Isabel Tocino se enfrenta hoy al tecnicismo de Boyer o el masculinismo, de Suárez. Fraga, un paso detrás, va transfigurándose, con esto, en el Enrique IV de Rodero. Lo cual que Rodero hace una interpretación gótica, o sea, un barroco es tirado hacia arriba. Gótico y genial Rodero. Churrigueresco Fraga. Funcional Tocino. Tocino o la musa rubeniana de carne y hueso que le ha salido al fraguismo en la madurez, critica la, libertad socialista de cátedra Ya dijo Goethe, ahora llevado al cine por mi amada/admirada Pilar Miró, a quien el otro día besé en la frente, que no se puede envejecer sin un poco de gloria o un poco de amor. Fraga ha encontrado su gloria penúltima en la Tocino. Tres derechas, cuando no teníamos ninguna. Suárez o la transición indefinida, con un toque brut de política macho. Boyer, la derecha postnovísima que tiene su Venecia en Wall Street y que hoy maneja el mundo con el pseudónimo de social- democracia. (Alberto Moncada el sociólogo, acaba de sacar un libro sobre la reaganización de España). Según un anteproyecto de ley, en España podría admitirse la inseminación en mujeres sin necesidad de estar casadas o vivir de manera estable con un hombre. Fraga, dentro de esta futura legislación, ha inseminado ideológicamente a la señora Tocino, que tiene un bulto dogmático que le puede durar cuatro años, hasta las elecciones. La Tocino, como toda gestante, ha tenido una alferecía y ha juzgado sectorialmente a los lectores del Abc, o sea que ha metido un gol en su propia portería. Ya de cía Kafka que las discusiones con mujeres acaban siempre mal.Pero Isabel Tocino, secundada por Fraga, ha acudido como hada de los penenes. Lo dijo Kennedy: "Yo sólo soy el que acompaña a Jacqueline". Fraga va siendo ya, solamente, el que acompaña a la señora Tocino. Ella iba de crencha rubia partida en dos, semblante: dulcemente grave y tenue encaje sobre el tenue seno. Un fragor de penenes rubricó su proyecto sugestivo de vida política en común. Lo cual que don Manuel aprovechó para dar por cerrada la crisis en AP, con la patada a Castro, o como se llame ése. En el Congreso, Isabel Tocino ha cogido, ha agarrado, ha llegado y, lo ha dicho: "La cultura española corre el grave peligro de quedar anquilosada y fosilizada por la falta de independencia respecto al Poder". De seguido, la señora Tocino defendió la iniciativa privada, también en la cultura, claro, como en todo. El ministro Solana, entre lumpen y cínico, se acercó a felicitarla. Acabo de escribir un artículo para París sobre las nuevas madrileñas, y saco a la Tocino, naturalmente, como metáfora de la mujer (son miles) que tiene por objetivo femenino parecer masculina. Si enfrentamos a la Tocino con Vanessa Redgrave, trotskista en Barcelona, entenderemos mejor lo que le pasa a la madrileña. Uno se niega a hacer chistes con su apellido, esos chistes idiomáticos que hacen otros, pero uno sabe que mistress Tocino quiere ser presidenta de Madrid, contra Leguina. Ahora que Lola Flores se ha cortado la cola de la bata, para ser la Ana Magnani española, Isabel Tocino se viste de bata folklórica y nacional, de faralae inmanentista, de lunares y castañuelas retrofranquistas, para irse a por todas. Y a por todos. La señora Tocino no enseña las tetas, como Sonia Martínez, pero enseña algo más íntimo: las convicciones. La señora Tocino es la Juncal Rivero de la derecha. La Gunilla von Bismarck de la movida política madrileña. La estrella involuntaria y bella de ese Falcon Crest de violencia, sangre y conspiraciones que es hoy Génova/AP.
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