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El Dinamo de Kiev rompió el embrujo del Bernabéu

El Madrid se exhibió durante los primeros 20 minutos en la final del Trofeo Santiago Bernabéu y se hundió en la segunda parte ante la poderosa reacción del Dinamo de Kiev. El equipo soviético, actual campeón de la Recopa, volvió a demostrar que: es uno (le los mejores del continente y se llevó el torneo con justicia tras conseguir la proeza de remontarle dos goles al conjunto blanco en su estadio talismán. Lo peor no fue la confirmación de cierto confusionismo en el Madrid, levemente apuntado el día anterior, sino que el cuadro de Kiev rompió el embrujo del Bernabéu.Si el Madrid había impuesto contra el Steaua el estilo Molowny, anoche intentó dejar el sello Beenhakker en 20 minutos primosoros, de un fútbol espléndido, de alta escuela. El holandés puso a tocar a los mismos once hombres del partido del martes, pero les cambió el libreto por completo y los primeros compases de la partitura sonaron a música celestial para todo buen amante del fútbol de calidad.

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Beenhakker situó en las bandas a Michel y Martín Vázquez para tapar las subidas de los interiores soviéticos Rats y Yaremchuk, subió a Chendo encima de la espalda de Zavarov, colocó, a Mino y Camacho como marcadores de los dos puntas rivales, Blojin y Belanov, y sorprendió también con la posición que le asignó a Juanito, pegado a la banda derecha, como en sus tiempos del Burgos. Sólo comenzó a intuirse un pequeño detalle sin atar en el puzzle blanco: Yakovenjo, el director -un auténtico Von Karajan- de la orquesta soviética, quedaba suelto porque el encargado de taparle debía ser Valdano y el argentino estaba ayer para cualquier tipo de reflexión que no tuviera nada que ver con el partido.

El Madrid, pese a jugar sin un organizador nato, al perderse en la banda izquierda su eje del día anterior, Martín Vázquez, rompió al Dinamo con pases de todas las marcas y jugadas de indudable belleza. Casi todas llevaban la firma del espléndido Hugo Sánchez de ayer, de un Juanito que comenzó muy bien y acabó perdiéndose en su mal carácter y de Gallego, que ha completado un magnífico torneo.

Sin embargo, pasado el susto, el pequeño detalle -Yakovenjo-comenzó a agrandarse y a sacar fruto de su libertad. La única pieza que no había encontrado Beenhakker en su buen planteamiento de pizarra marcó un golazo de época y, ayudado por Yaremchuk, inició el asalto al Bernabéu. El Dinamo volvió a carburar.

Beenhakker cometió un segundo error. Valdano sólo había visto claro que Yaremchuk era el mejor solista de la orquesta de Yakovenjo y le volteó junto al banderín de córner poco antes del descanso. Cabe suponer que no querría fracturarle nada al interior de Kiev, pero los soviéticos tienen niala suerte con estas cosas en el Bernabéu y a Yaremchuk tuvieron que trasladarle a una clínica con probable fractura de tibia. Una lesióri similar a la que el ex madridista Ángel le produjo a Kipiani, del Dinamo de Tbilisi, en otra edición del trofeo. Ángel retiró a Kipiani del fútbol, pero Beenhakker no retiró a Valdano, que se había ganado una profunda reflexión humana en el vestuario. Anoche no se conocía aún el alcance exacto de la lesión de Yaremchuk.

El Dinamo se creció con el castigo y arrolló en el segundo tiempo. Se amparó en esos fallos por el centro de la defensa -Mino- que los aficionados menos impresionables, pese al victorioso 4-0, tambiénhabían visto la noche del Steaua y en el alarmante bajón físico del Madrid.

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