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Entrevista:

"La creatividad produce más satisfacciones que el poder"

Estudioso de Felipe II, considera que el poder es hoy más, brutal que en tiempos de los Austrias

En la actualidad está reconstruyendo la conocida entrevista entre Freud y Mahler como pretexto para analizas la personalidad del artista. Para este psiquiatra que ha estudiado las obsesiones de Felipe II, el, poder no es tan fácilmente representable en nuestros días. "Una de las últimas representaciones de poder, la última pirámide, fue el Valle de los Caídos", afirma. El sistema democrático difumina la personalización del poder. No obstante, Pedro Guilló cree que "el poder es hoy más brutal que en tiempos de Felípe Il. Por mucho que quisiera Felipe II imponer el Concilio de Trento, siempre había súbditos que, o no se enteraban o recibían con retraso la consigna. Hoy, sin embargo, los sistemas de información son tan rápidos que permiten un impacto absoluto sobre los ciudadanos"."El gran hombre no existe", opina el psiquiatra. "Napoleón o Henry Ford han sido posibles porque hubo gente que les ayudó y se lo permitieron". Por el contrario, Guilló estima que "hay personalidades que sólo encuentran la felicidad en el ejercicio del poder. Para ellos, perder unas elecciones o un sillón tiene efectos demodelores, se sumen en la depresión". Una ambición de poder que puede producir constantes altibajos en las personas que la padecen. "El poder es, sin duda un bien perecedero y, por tanto, frágil; la creatividad, por el contrario, es una verdadera carrera, un reconstituyente duradero. El hombre creativo, que tiene en sí mismo su propia fuente (le satisfacción es más sereno que el que sólo se encuentra a sí mismo en el ejercicio del poder".

Cree Pedro Guilló que el poder "ejerce una enorme fascinación en los ciudadanos, sobre todo en los que aspiran a él y no pueden conseguirlo". De hecho, hoy como ayer, "el poder sigue teniendo las mismas influencias mágicas sobre los ciudadanos".

Pregunta. Esa fascinación y reverencia por el poder coexiste, sin embargo, con una creciente ola de individualismo.

Respuesta. Pero el resultado sigue siendo la sumisión. Es un falso individualismo motivado por razones económicas. Los vendedores de televisores son los más interesados en fomentar ese supuesto individualismo. Aunque todo hombre siente la utopía de constituirse en su propio centro de producción, somos interdependientes. Y paradójicamente, el hombre actual, mejor informado, se siente más solo, más desamparado. La clientela principal de mi gabinete son precisamente personas que presentan dificultades de relación y de comunicación. A pesar de hablarse tanto de la movida, estas personas encuentran problemático hacer amigos yendo a los sitios a los que parece que suele ir la gente. Tienen la sensación de que las amistades que van a surgir van a ser pasajeras. Ha desaparecido el apasionamiento, el implicarse a fondo en una relación. De ahí el éxito de los llamados contactos de determinadas revistas.

La angustia por sobrevivir

P. ¿La angustia de vivir, o más bien la ansiedad, se ha convertido en una de las señas de identidad contemporánea?R. Hay razones para ello. La amenaza del estallido nuclear o la constatación de que las centrales nucleares no están tan controladas, a tenor de la tragedia de Chernobil, son motivos suficientes. Refiriéndonos a España, en concreto, esa angustia se manifiesta como inseguridad, y es lógico, porque estamos cambiando el modelo de persona. Especialmente en el caso de las generaciones jóvenes, que tienen que estudiar sin saber si van a hacer después aquello para lo que se preparan. Y si no saben lo que van a hacer, no saben lo que son. Naturalmente, el centro de la personalidad tiene que ser muy blandengue para poder adaptarse a todo, a cualquier cosa.

P. ¿Existe un paralelismo entre la angustia existencialista de la posguerra y la angustia actual por sobrevivir día a día?

R. Ésta es una actitud más desesperada. Los existencialistas querían despojarse de los ideales que no les habían servido para evitar la guerra y llenaban ese vacío con el puro vivir. Ahora no se trata de elegir, sino de sobrevivir, de adaptarse a lo que sea. Es como si hubiera resucitado la vieja máxima de "Comamos y bebamos, que mañana moriremos", la obsesión por el aquí y ahora.

Pedro Guilló estima que la depresión seguirá siendo la enfermedad psíquica que reinará en lo que queda del siglo XX. Una época que se caracteriza también por la la asunción de que ser medianamente neurótico no impide ser considerado un ciudadano normal.

P. El miedo a la libertad y, en menor medida, El arte de amar, de Erich Fromm, de quien usted es discípulo, fueron libros que se leyeron con avidez en los sesenta. ¿Cree que esa generación, hoy convertida en clase rectora, aprendió algo de ellos?

R. Tal vez se cansaron de aprender. Ya dijo Fromm que no eran una especie de receta, sino un estímulo para los que deseasen aprender a cambiar. De El miedo a la libertad se han hecho numerosas ediciones y su influencia fue decisiva en la juventud contestataria; del mismo modo, El arte de amar fue acogido por el movirniento hippy y por la juventud de los sesenta en general. Pero no eran libros proféticos. Erich Fromm no fue un profeta ni un optimista. Quien haya seguido toda su obra sabe que el carácter destructivo del hombre siempre estuvo muy presente en su pensamiento. Es evidente que quien no puede intervenir en el mundo construyendo algo termina destruyéndolo. Lo que no puede tolerar uno es resultar indiferente a su generación.

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