Chivos expiatorios
En más de una ocasión uno se queda perplejo al escuchar las cosas que se dicen por un medio de difusión de amplia audiencia (por más que ésta se encuentre ahora bastante mermada) como es la televisión, la cual, por esa misma razón, debería poner más atención en lo que expresa y en cómo lo expresa.Algo sonó en mi cabeza, como un clic de estupor, cuando en un programa de sobremesa, cuya repetición se dio por la mañana al día siguiente, un presunto oso panda, sentado tras una mesa, ante unas blancas cuartillas, explicaba, a modo de noticiero, los desperfectos de "diversa índole" que en un paraje "tan bello" (lo cual no pongo en duda) como La Pedriza habían causado unos "gamberros drogadictos".
Aquí, en esta España nuestra, decir drogadicto es decir robo, tirón, chorizo, gitano, navajero, prostituta... delincuente, en suma. No sabemos, o no queremos saber, que entre los drogadics hay, como en todo, de todo. De lo peor y de lo mejor (no muy frecuente esto último, cierto). Pero no todos pierden sus principios como base.
Esto aparte, en realidad conozco pocos gamberros drogadictos. Me atrevería a asegurar que hay más gamberros bebedores de cerveza, tintorro y allegados (ganiberros privones, que se dice).
El drogadicto delincuente: no tiene más que un fin y un cometido en su triste trayectoría como tal, y todos sabemos cuál es: buscarse el dinero que le facilite comprar la droga necesaria para espantar el mono.
Cierto es, por tanto, y hay que decirlo en honor a la verdad, que drogadictos delincuentes los hay, y muchos, pero dudo de que a éstos les interese ir a causar desperfectos a La Pedriza.-
Criminóloga, ex heroinómana.
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