Puerta del Sol
Centro neurálgico, solar histórico y vértice de todos los movimientos de la vida madrileña, la Puerta del Sol toma su nombre de una primitiva fortificación de ladrillo, en cuya entrada, que se asomaba al Oriente, campeaba el astro rey, testigo de la revuelta comunera contra el césar Carlos.Éste ha sido el lugar elegido por los habitantes de la urbe para dirimir sus contiendas; plaza de armas y de motines, lugar de conjuras, mentidero y sobre todo público soláilum donde haraganeaban plebeyos y cortesanos, hampones y forasteros que se embebían en este suculento caldo en el que fermentaban los mil y un ingredientes de la espesa vida municipal.
No hubo suceso de la vida capitalina que no dejara su huella en este coso. Aquí se recibía en triunfo a los monarcas o se les despedía entre amenazadores abucheos. Aquí sucedieron el motín de Esquilache; el levantamiento contra los gabachos en 1808; las noches trágicas de 1831, 1836 y 1848; la muerte de Canalejas frente al escaparate de la librería San Martín mientras examinaba un mapa de los Balcanes, y, por fin, la proclamación de la República en 1931.
Luego, durante los años del franquismo, la zona estuvo dominada por las amenazadoras siglas de la Dirección General de Seguridad; la DGS y sus sombríos calabozos nublaron el firmamento de la Puerta del Sol, aunque, capeando el temporal, en sus aceras siguieran actuando los hampones, dedos vertiginosos que escamoteaban carteras a la puerta de La Mallorquina. Sólo en la noche de San Silvestre el reloj de Gobernación seguía convocando al pueblo.
Calabozos reconvertidos
La comunidad autónoma ha reivindicado el edificio. Al ubicarse aquí señala su voluntad de imbricarse en la vida de Madrid, heredando este edificio que resume una historia rica en ejemplos, cuyos sucesos deberían aleccionar elocuentemente a las nuevas autoridades. Quizá un exorcismo a tiempo pueda con jurar a los innúmeros fantasmas que pululan en sus sótanos. Los antiguos calabozos, en los que sufrieron amargo cautiverio tan tos partidarios de la libertad, término subversivo identificado con atroz libertinaje, van a convertirse, ejemplar paradoja, en salas de exposiciones.
La Casa de Correos, Ministerio de la Gobernación, hoy sede de la Comunidad de Madrid, es el único edificio superviviente. Cayó el convento de la Victoria y el de San Felipe el Real, en cuyas gradas estuvo el mentidero más célebre de la villa. El último café histórico ha sido sustituido por un burger espurio.
El mentidero de San Felipe se diluyó en estos cafés de la Puerta del Sol. La Fontana de Oro -que tuvo a Galdós como eximio cronista-, el de Correos, el Levante, el Lorenzini y el de Las Columnas, el Oriental y el Universal: puntos de reunión de literatos y conspiradores.
Madrid es hoy una ciudad sin centro, dispersa, que gira alrededor de diferentes ejes; pero Sol conserva su cetro simbólico de kilómetro cero, y en las profundidades repite esta cualidad, al partir de aquí la extensa red del Metropolitano. Arenal, Mayor, Alcalá, Carretas, Montera y la carrera de San Jerónimo siguen arrojando sobre la sublime Puerta del Sol su bullicioso caudal. La Mallorquina conserva su cualidad de lugar de cita, y Doña Manolita retiene su carisma de la buena suerte; la librería San Martín sobrevive especiaflzada en temas navales y militares, y La Pajarita endulza la vida de los viandantes.
En sus aceras, que anuncian con vallas socavones una roturida remodelación que alterará profundamente la fisonomía de la plaza.para hacerla más europea y racional, vendedores ambulantes pregonan las virtudes milagrosas de San Pancracio, patrón de los que buscan fortuna por la vía rápida de bingos y loterías.
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