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Crítica:El cine en la pequeña pantalla
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Diabluras de un ángel

No es Ángel el filme más conocido del judío berlinés Ernst Lubitsch -nacido en 1892, actor desde 1913, director de cine desde 1915, uno de los creadores del cine alemán y, contratado por Mary Pickford en 1922, uno de los nombres más sonoros del Hollywood de la madurez, donde murió, en 1947, después de haber realizado, entre otras obras magistrales, To be or not to be, El desfile del amor, La viuda alegre, El bazar de las sorpresas y Cluny Brown-, pero sí es modelo perfecto de comedia que su inagotable ingenio aportó a la pantalla.Fue a propósito de Lubitsch cuando, a mediados de los años veinte, los analistas del cine comenzaron a emplear la noción de estilo para definir la singularidad de su manera de narrar historias y situaciones a través de imágenes. Lo que se llamó el toque Lubitsch, el enérgico e inconfundible sello personal que imprimía en sus filmes, deslumbró tanto por su abrumadora existencia corrio por la dificultad de decir en que consistía ésta. Ángel, en este sentido, es una obra de mucho interés, ya que en ella Lubitsch desnudó algunos de los mecanisrrios interiores de su legendario toque.

Tres filetes

Un ejemplo muy célebre: la resolución que Lubitsch da al momento más comprometido dramáticamente de la película, aquel en que marido, esposa y amante se encuentran cara a cara en una cena íntima. Lo que de este encuentro podría extraer cualquier otro cineasta conduciría con seguridad a una interminable serie de diálogos, de miradas y de circunloquios.Pero Lubitsch resuelve la espinosa situación con un par de fugaces planos casi mudos, dos lacónicas tomas, cuyo protagonista es una bandeja en la que hay tres platos con tres filetes antes y después de ser consumidos por cada uno de los tres personajes en liza. En tan sólo unos segundos, fuera del campo visual y sin necesidad de mostrar ni un instante de lo que ha ocurrido en el comedor donde Marlene Dietrich, Herbert Marshall y Melvyn. Douglas se enfrentan a su drama amoroso triangular, Lubitsch nos lo muestra con exactitud, nos lo hace ver interiormente con precisión. Un prodigio de gracia y de síntesis.

La película es de una endiablada perfección. Matemática y magia se convierten en las manos de Lubitsch en un mismo indefinible descubrimiento: lo que ocurre entre dos hombres y una mujer detrás de una puerta puede ser más rico cuando esa puerta está cerrada y nos impide ver qué hay detrás de ella que cuando está abierta y eso que ocurre dentro se desvela y se hace evidencia. De hecho, lo que Lubitsch descubrió fue una forma singularísima de participación activa de la imaginación del espectador en la trama de sus filmes.

Aquel gran cineasta -inimitable y mil veces imitado- acabó con la pasividad hipnótica a que el cine obligaba desde sus comienzos a la mirada humana, convertida en nada más que receptora de imágenes ante las que carecia de respuesta propia. Una vez finalizados, los filmes de Lubitsch prosiguen su curso en la memoria de quien los ha visto, y no es raro descubrir que son muchos los que, horas o días más tarde, mientras pasean por cualquier acera, se detienen un instante y ríen: el filme sigue actuando como río escondido en los recovecos de su cerebro.

Ángel es un filme cuya visión se sigue agradeciendo como si estuviera recién hecho. Bajo su temple sereno y apretado de humor indirecto hay dureza y una fuerte carga pesimista. Una gran película que, aunque hecha hace más de medio siglo, parece de ayer mismo, o incluso, todavía hoy, de mañana.

Ángel se emite a las 22.10 por TVE-2.

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