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Tribuna:MUNDOBASKET 86
Tribuna
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Ese loco tan bajito

La noticia, con su foto para evitar incrédulos, apareció en todos los periódicos y fue objeto de los más variados comentarios, la mayoría jocosos. Estados Unidos, un aspirante a la medalla de oro, traía en sus filas al jugador más bajo del campeonato. Lo sorprendente no era esto, sino su altura. i1,60! En un baloncesto donde los jugadores son cada vez más altos y muchos bases andan ya por el 1,90 pasado, como si se tratase de ir en contracorriente, Lute Olson incluye un bajito en su lista de jugadores para el Mundial.Mucha gente tomó el hecho como algo folclórico, y su salida al campo en Málaga provocaba una gran algarabía. Pero resultó que el chico era una centella en todos sus movimientos. Sus salidas en contraataque ponían a prueba los reflejos de los avispados cámaras de televisión. Llevando el balón era difícil quitárselo sin tirarse al suelo. Y defendiendo había que estar más pendiente de que no te robase la pelota que de jugarla. Según pasaban los partidos, el personal se fue dando cuenta que si Tyrone Bogues estaba en el equipo no era por la vena espectacular de los yanquis, sino por algo más. Ahí había, efectivamente, un buen base.

El más difícil todavía llegó en el partido Estados Unidos-Yugoslavia. La clave del juego era, lógicamente, Drazen Petrovic. Olson, ni corto ni perezoso, decidió en una jugada digna de farolín que fuese Bogues quien se encargase de la bestia negra -para algunos más negra que para otros- de la mayoría de los equipos europeos, del hombre que ha alcanzado fama de incontrolable.

El efecto fue espectacular. Estados Unidos se colocó 19-2. Petrovic no veía nada delante pero notaba algo pegado a su cuerpo que no le dejaba jugar con comodidad. Por si eso no fuera suficiente, las dos o tres veces que logró desembarazarse de su pequeña. sombra, se encontró con Robinson, un angelito de 2,11 al que sus amigos han recomendado jugar con chichonera para que no se abra la cabeza con el aro. Robinson practicó el saque de Boris Becker con una pelota un poco mayor aprovechando un par de tiros de Petrovic ante el regocijo de los 6.500 espectadores.

El resto del partido quedó marcado por estos primeros minutos. Yugoslavia consiguió acercarse pero Petrovic -no recuperado del susto inicial- no estaba por la labor. El partido acabó para los yugoslavos con una ración de su propia medicina: cuatro esquinas, vacile generalizado y olés. Alguna. vez les tenía que tocar a ellos.

Uno de los grandes misterios, del baloncesto europeo había quedado desvelado. Ya sabemos todos cómo dejar a Drazen Petrovie en 12 puntos. Nada de marcajes; especiales, zonas raras o miles de cambios automáticos. Sólo hace falta encontrar un hombre rapidísimo y lo más bajo posible. El baloncesto ha dejado de ser un deporte de altos. ¡Vivan los muy bajos!

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