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MUNDOBASKET 86

Grecia le dio un susto a España

Luis Gómez

ENVIADO ESPECIAL, España ganó de susto, hecho que no necesariamente es una mala noticia, aunque el. rival sea de su puesta inferioridad, como es el caso de Grecia. En ocasiones muy diversas, y hasta con buefinal, España ha acostumbrado a soportar situacienes así, de las que dejan una pequeña tiritonen el cuerpo. Pero, a pesar de lo que de la falsa impresión de ser una derrota que no refleja el marcador, el juego español tuvo algunos signos de mejoría.

España practicó tres defensas. Una primera, individual, de acomodación, en la que los jugadores dieron la impresión de adaptarse por su cuenta sin seguir al pie de la letra las indicaciones del técnico; o bien puede tratarse de que Díaz Miguel vaya aceptando ciertos retoques de matiz en el sistema defensivo. Sea lo uno o lo otro, lo cierto es que España no salió con agresividad descarada. Luego, id inicio de la segunda mitad, se optó por la zona, salvación ante equipos torpes, pero que resultó un sonoro fracaso con los griegos, que, en tres minutos de aplicación, engancharon un 53-61 a su favor ante la preocupación general. Y más tarde, cuando tiempo y marcador coincidían en una seria advertencia, el equipo nacional apretó la dedicación y la presión en su acción individual. Ello permitió cortar el 53-61 y convertir lo en un empate también en tres minutos.

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Porque, si los tiradores españoles hubieran estado a la altura de su porcentaje, Martín hubiera recibido mjor alganos pases y no se hubieran desperdiciado hasta nueve situaciones de ata que por pérdida de pases, España habría solucionado su compromiso ante Grecia en 20 minutos. El porcentaje de tiro apenas alcanzó el 45% general en este período y fue un hecho irregular que no tenía por qué ser preocupante. Tanto Epi como Margall, Sibilio o Villacampa disfrutaron de situaciones cómodas, de las que no se fallan. Epi, por ejemplo, que iba camino de ser máximo anotador del partido, llegó a mostrarse indeciso en algunos momentos. Parecía falto de costumbre.

A pesar de una escasa diferencia en el marcador de dos puntos (43-41 en el descanso), podía especularse con un triunfo lógico y hasta cómodo. Lógico, porque el equipo español estaba dando muestras de funcionamiento in terno, a pesar de los errores, y porque contaba con una ventaja reboteadora evidente. Grecia dispone de una pléyade de cuatro o cinco jugadores ambiguos, todos ellos próximos a los dos metros, y que eran utilizados para diversas funciones, ya fuera de pivot o alero. Como suele ocurrir en estos casos, no se trataba de especialistas. La comodidad podía llegar en el segundo tiempo si los tiradores, amparados en la confianza que da saber que se están encontrando buenas posiciones, recuperaban sus constantes.

Esta aparente mejoría, que tendría que confirmarse en próximos partidos para saber si es cierta o se trata de un espejismo, podía explicarse en que la adaptación de los jugadores a una defensa individual más acorde con la que realizan en sus clubes les permitió funcionar con más fluidez en ataque. Por unos minutos, la pelota circulaba con velocidad y los aleros encontraban hueco; no así los pívots, que siguieron acusando problemas para recibir. Tampoco puede ocultarse que Grecia no es un dechado de virtudes en defensa, entre otras cosas porque la posición adelantada de Gallis, que suele marcar al base contrario, es floja defensivamente. Pero España falló tiros claros y lanzamientos libres.

Pero, en la segunda parte, la dlefensa zonal cambió el decorado porque Grecia imprimió una presión psicológica adelantándose en el marcador con una ventaja próxima a los 10 tantos. La selección cayó, tras una buena presión que resolvió temporalmente la situación, en un agarrotamiento porque los tiradores comenzaron a sentirse preocupados por la necesidad de anotar. Tres triples consecutivos de Galfis agravaron esta inquietud.

Finalmente, y amparados en algunas decisiones arbitrales, más propensos los colegiados a favorecer al organizador a pesar de algunas estentóreas protestas de Martín; el partido quedó situado en un final de los que hay que buscar la última posesión de balón. La decisión de Díaz Miguel, tras ser expulsado Jiménez, de dar entrada a Arcega y no a Romay pareció arriesgada, pero resultó un éxito porque este jugador resolvió acertadamente en dos jugadas postreras.

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