Los beneficios
El beneficio económico que vaya producir este Mundial de baloncesto será objeto de debate, y quién sabe si de disputa, un día después del 20 de julio. Un hecho es seguro: que las sedes, sustentadas en todos los casos en presupuestos municipales, autonómicos o de ambos conjuga dos, han gastado dinero a fondo perdido. Otro también, que TVE ganará dinero.Pero lo que no está tan claro es quién más ha ganado dinero y cuánto. No hay ningún ordenamiento previo que lo regule. Las sedes sólo tienen derecho a los beneficios por la venta de entradas, que no les compensarán su desembolso.
La Federación Española de Baloncesto obtuvo hace cuatro años la oportunidad de organizar un campeonato que pudiera rendir económicamente, tanto como para ganar en torno a los 250 millones de pesetas después de pagar a la FIBA su comisión.
La federación tuvo la fortuna de adoptar la responsabilidad de organizar el Mundial justo un año antes de que estallara el llamado boom del baloncesto. Ello propició beneficios tan inesperados como el propio hecho de poder subastar las sedes y concederlas a los mejores postores; el baloncesto estaba entonces (diciembre de 1984) tan en boga que los precios se dispararon, para regocijo del comité. La final, por ejemplo, por la que no se esperaba una oferta de más de 12 millones, fue vendida en 30, y así sucedió con todas las sedes.
Pero lejos de aprovechar el buen momento para sacar un beneficio, tan suculento que la convirtiera en la federación española con mayor liquidez se ha llegado a un resultado final mediocre: se esperan unos 100 millones de beneficios, pero que tendrán que ser repartidos en buena parte con las sedes, más que nada para compensarlas moralmente de los gastos con que han corrido. Lo peligroso puede venir si, como ocurrió con el Mundial de fútbol, una vez terminado el campeonato las sedes se encuentran con que la federación no cumple con lo prometido y se queda para sí con el beneficio.
Pero para que el superávit existiera ha sido necesario -que al Mundial le tocara la lotería, porque un sorteo especial celebrado el pasado 1 de marzo tuvo tan poca difusión y tan escasa venta que propició la llegada de la fortuna: no se vendió ni el gordo ni parte del segundo premio, por lo que un porcentaje importante recayó en la organización.
Las sedes, en su conjunto, han declarado un gasto cercano a los 900 millones, que rebasarán los 1.000 en la realidad. Las sedes, a pesar del dinero que pagaron por la subasta, se encontraron con que poco después el Comité organizador cambió, para encarecerlas, parte de las cláusulas del pliego de condiciones, lo que provocó un mayor gasto y, en otro sentido, un compromiso del Comité de recompensarlas con una parte de los beneficios.
La letra pequeña de la mayoría de los contratos originó, en un tiempo récord, una cadena de revisiones a la baja que redujeron espectacularmente las expectativas. Un contrato con una empresa norteamericana, la Warren Lockhart, pasó de significar un beneficio de 60 millones de pesetas a sólo 15 millones, por el mero hecho de que. los firmantes de la operación no cayeron en la cuenta de que el contrato especificaba que la señal de televisión que debía recibirse en Atlanta debía pasar antes por tres satélites. Ello suponía, cuando se contactó con la Compañía Telefónica, un coste para el Comité de casi 45 millones de pesetas. Ésta fue la última de las revisiones a la baja. Por eso, cuando el Mundial acabe, comenzará la batalla para dar nombres de culpables. En principio, parecen candidatos aquéllos que firmaron los contratos.
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