Ir al contenido
_
_
_
_
Tribuna:MADRID RESUCITADO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

San Bernardo

Templos y palacios, conventos y caserones jalonan esta vía en la que los madrileños probaron el agua de Lozoya, testigo de las primeras y de las penúltimas revueltas universitarias, escenario de fiestas y procesiones, quemadero y pudridero de la Santa Inquisición, hospital de convalecientes, sanatorio de presbíteros naturales de Madrid, trastienda de conspiración y tertulia en los tiempos difíciles. Don Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias, salió de su residencia situada junto a la calle del Pez, para presidir su propia comitiva hacia el cadalso de la Plaza Mayor. Para otra procesión, menos cruenta, el marqués de Astorga ordenó que cubrieran la fachada en construcción de su palacio con bastidores de lienzo y de madera sobre los que se dibujaron con esmero hasta. los últimos detalles de un proyecto arquitectónico que nunca llegó a terminarse.La historia ha corrido más deprisa que la, arquitectura y ha desmoronado algunas quimeras sentadas en fugitivos privilegios. El palacio de la marquesa de Sonora se convirtió en ministerio de gracia y justicia, desapareciendo la gracia de su titulación a tenor de los tiempos, y el del banquero Bauer, mecenas de las artes y las letras, sirvió para albergar el conservatorio y la escuela de canto. La universidad, viniendo de Alcalá de Henares se alojó sobre: los restos del noviciado de los jesuitas expulsados, y de su santa dedicación sólo queda la nave de la antigua iglesia, hoy adornada con los símbolos profanos pero cultos de la heráldica universitaria. Con una torre de menos, inconclusa pero hermosa, la iglesia de Montserrat concebida por Pedro Olivera fue fundada por Felipe IV para albergar a los monjes castellanos que regresaron a su tierra tras la sublevación catalana. Más de un arquitecto famoso ha soñado terminar esta iglesia, una de las obras más representativas del barroco madrileño.

En la calle de San Bernardo vivió doña María Isidra de Guzmán y de la Cerda, eminente doctora en filosofía que consiguió ingresar en la Real Academia gracias a la intercesión del rey Carlos III. Doña Emilia Pardo Bazán habitó también en uno de estos viejos caserones, y en la casa de los siete jardines, palacio de Guadalcázar y luego de los duques de Parcent, organizó la duquesa de mismo nombre sus salones artísticos y literarios, que fueron famosos en los albores del presente siglo.

Resulta dificil rastrear el glorioso pasado en la actual vía, caótico hormiguero, angosto cauce para las máquinas rodantes. Cuando la universidad fue definitivamente desalojada de estos lugares en 1956, para que las rebeldías estudiantiles no interfirieran en la normalidad vigente, fueron cerrando las librerías de lance y de estudios, desaparecieron las reboticas de los conspiradores y por supuesto los cafés (aquí estaban algunos de los más históricos de la villa). En uno de estos cafés conoció los misterios de Madrid el caballero veneciano Casanova y en la siguiente centuria se armaron de valor con generosas libaciones los estudiantes que en apoyo de Castelar salieron a la calle para decirle cuatro frescas y plantearle media docena de barricadas a su majestad Isabel II, que en un ingenioso "rasgo" había pensado enajenar los bienes del patrimonio nacional para reestablecer su personal y real peculio. Sólo la librería Fuentetaja que proveyó a la universidad madrileña del maná de la literatura, la. política o la ciencia, prohibidas por las pragmáticas del franquismo, sigue ofreciendo sus tesoros en libertad, expuestos en sus escaparates a plena luz del día.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_