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Tribuna
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Forasteros

Ahora que ya todo ha pasado, que cada mochuelo ha vuelto a su olivo y yo a mi casa, quisiera decir dos cosas, a ser posible bien dichas y si no que siga sentado en la jaima haciendo calceta ese aguerrido general africanista, que ya le voy preparando mi cadáver. De- todas las perlas de la campaña creo que la más representativa de la función del lapsus como revelador de pensamientos reprimidos es ese adjetivo de forastero dirigido a Roca Junyent. Ese adjetivo quedará colgado como un pendón de: evidencia en los mástiles de los separatistas catalanes, pendón ni siquiera ganado en combate, sino regalado generosamente por los separadores.El estrepitoso fracaso de Roca obedece a un duelo desigual de carismas, el suyo y el de Suárez, pero las dimensiones galaxiales del fracaso sólo pueden entenderse profundamente captando esa atmósfera de anticatalanismo que se ha creado como un halo en tomo de la oferta reformista y su padre. Se ha fomentado la sospecha de que, no contentos los catalanes con apoderarse de los mercados interiores, ahora incluso querían apoderarse del Estado y administrarlo en su provecho. La palabra forastero aplicada a Roca ni siquiera le concedía estatuto de andorrano. Me parece que forastero en este caso era sinónimo de panameño.

Allá se las componga o se las recomponga el centro, que esto no queda así, esto se hincha. Pero entre el lapsus de la forastería de Roca, que fue adjetivado por Carrillo pero sustantivado por muchos más y por muchísimos más altos designios, y los avances abertzales en el País Vasco, la próxima legislatura va a estar más llena de "hechos y agravios diferenciales" que la cocina española de ajo y prejuicios religiosos. Se ha recompuesto la prepotencia centralista. Antes se trataba de la prepotencia centralista fascista y ahora de la prepotencia centralista democrática. Lo que ha desaparecido es aquella prudencia verbal que durante el meollo de la transición ayudó a que los asnos no dijeran asnadas. Durante la transición propiamente dicha hasta los mudos callaban por prudencia. Ahora todos somos más imprudentes. Señal de que ni siquiera nos tememos a nosotros mismos. Mala señal.

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