ETA
La última actuación de ETA, con la muerte de tres personas indefensas, ha de tomarse como un intento serio y bien calculado de desempeñar un papel activo en las elecciones generales en búsqueda de votos para su partido: Herri Batasuna. Indudablemente, las victorias militares conducen a mayor prestigio político; que lo pregunten a Margaret Thatcher (Malvinas) o Reagan (Granada). Debemos alegrarnos, puesto que su electoralismo quizá constituya un primer paso hacia el constitucionalismo (y tacita a tacita ... ).Yo, por mi parte, si le tocara a mi hija (por ejemplo), en el sorteo de verano ETA, morir por la independencia del País Vasco -cosa no imposible, ya que veraneamos en la costa sur-, enseguida, y como contribuyente neto a su causa, me pondría en contacto con HB para que me invitaran, con todos los gastos pagados, a visitar aquellos parajes idílicos en nombre de cuya salvación mi hija se había sacrificado.
Pero estando allí tendría el mal gusto de sacar una pancarta poniendo, en letras grandes, "ETA ¿dónde está mi hija?" y una foto. Y pasearía por las calles hasta que un joven profesional de la organización me rematara. No sé si un cuadro, ya de mi edad (34) y con hijos propios, se sentiría capaz de ordenar mi muerte. Pero, como es natural, algún mozuelo con ganas de quedar bien ante sus jefes haría el trabajo con sumo gusto.
Y no es probable que nadie de la Organización se interpusiera en su camino. La lección de las Madres de la Plaza de Mayo es clara y contundente. De haber desaparecido ellas en su momento Argentina acaso se habría salvado de la democracia. Los militares argentinos mostraron una debilidad inexcusable al dejarlas vivas. Dudo que ETA, una organización esencialmente intelectual, cometiera semejante error. Hijos o padres, ¿qué más da?-
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