Exposiciones mal documentadas

Los habitantes de grandes ciudades somos afortunados, pues tenemos la oportunidad de visitar numerosas exposiciones artísticas, como la dedicada estos días a Monet en el MEAC. Sin embargo, es lamentable que, frente al gran esfuerzo que supone la recopilación de estas colecciones, se dedique tan poca atención a informar a los asistentes sobre su contenido.Las únicas vías para obtener una documentación más detallada que el mero y parco rótulo debajo de cada obra (escuetos y fríos datos como: autor, fecha, nombre de la obra; a modo de lista de reyes godos) son: comprar el catálogo (lo que supone un importante desembolso para algunos visitantes) o tratar de hacerse un hueco dentro de una pequeña y abarrotada salita para ver un vídeo en una pantalla también de reducidas dimensiones, con horarios muy concretos y difíciles de prever.

El inquieto y ya desanimado visitante sale preguntándose: ¿por qué los especialistas que han montado la exposición no redactan unos esquemas que, colocados junto a las obras, sirvan de guía amena mientras contemplamos el desarrollo de las técnicas de un autor o los distintos motivos simbólicos de un cuadro?

Los pobres alumnos de BUP que- frecuentan estas exposiciones se limitan a copiar en su cuaderno una surtida variedad de nombres y fechas que son los únicos datos que encuentran a mano, aparte de la consabida proyección. Pero en la sala entró toda la clase como si del metro se tratara, y nadie pudo abrir el preciado cuaderno.

No critico que la imagen televisiva sea didáctica, pero no es el único medio ni el más idóneo en estos casos. El mensaje escrito acompaña de modo más personal y constante al visitante y contribuye sin duda a un mayor aprovechamiento de los fines didácticos que se pretenden en toda exposición-