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MÉXICO 86

El gran día de Calderé

Calderé se levantó pensando que aquél podía ser su gran día. Él, pura roca, se había preparado concienzudamente para este gran momento, pues, aunque el día antes había salido disparado del vestuario tras el último entrenamiento, sabía que iba a jugar.Lo sabía por distintos motivos aunque el principal fuera que Miguel Muñoz, el seleccionador, le había demostrado durante los últimos seis partidos de preparación que era imprescindible. Lo de ahora iba a ser distinto. Se trataba del encuentro decisivo.

Cuando iba hacia el estadio Tecnológico, de Monterrey, hizo un rápido repaso a su vida. Pensé en su gente de Villarrodona, donde nació el 16 de enero de 1,959, y estaba seguro de que medio pueblo, todo el pueblo, dejaría de trabajar para instalarse frente al televisor. Pensó en aquellos años oscuros en el Barcelona Atlètic, en el que parecía el viejo gladiador y la gente lo consideraba menos joven que los demás simplemente por el escaso pelo que adorna su cabeza. Pensó en el salto al Camp Nou, en la Liga de Venables, en esa maldita final de la Copa del Rey y, por supuesto, en la inoportuna tarjeta amarilla frente al Gotemburgo, que le impidió jugar la final de la Copa de Europa.

El estadio Tecnológico está algo alejado del centro de la ciudad y tuvo tiempo de darle vueltas a todas esas cosas. Bueno, a ésas y a la inoportuna salmonelosis que le apartó repentinamente del cuadro titular que se enfrentó a Brasil. Todo pasó muy rápidamente por su mente. La vida de Calderé -Muñoz le llama Ramón y la televisión mexicana José María- ha sufrido un gran acelerón en los últimos años. Dar el salto al Camp Nou y triunfar en un Mundial ha sido cuestión de pocos años, casi de meses.

Cuando el autocar entró en el estadio, pensó que no podía fallar. Cuando se ataba las botas y Vicente Miera le recordaba las últimas instrucciones, pidió al cielo que premiara su esfuerzo con algún gol. Al fin y al cabo, él ha demostrado ser un centrocampista goleador. Al fin y al cabo, acababa de enfundarse la camiseta número 18, la misma que los goleadores de Italia (Altobelli) y Francia (Rocheteau) o, incluso, la misma que Sócrates, el brasileño.

Ya estaba listo para saltar al campo. Desde el primer momento, se dio cuenta de que iba sobrado de fuerzas, de que eso de prepararse a 2.000 metros sobre el nivel del mar y jugar a 500 le permite una excelente velocidad de crucero durante todo el partido. A los 16 minutos ya había gritado a Julio Salinas; a los 71, el chillido fue para Eloy: "Simplemente, les grité pana que supieran que les acompañaba en la jugada; quería que supieran que estaba junto a ellos por si podían pasarme la pelota".

Cuando llegó al vestuario, alguien, le dijo que había sido el triunfo más abultado de España en un Mundial y que, si hubiera transformado aquellas otras dos oportunidades que tuvo, ahora compartiría la cabeza de goleadores con Altobelli y Elkjaer. Cuatro horas después, el programa del Canal 13 de la televisión mexicana Los protagonistas del Mundial le dedicaba su espacio estrella como "la figura del día".

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