No voy a las Cortes
Los diputados están en camino de convertirse en robots al servicio de la burocracia de los partidos, mientras que el sistema electoral prima el poder de esta misma burocracia. A partir de estos dos argumentos, y de sus desacuerdos con la oposición conservadora, el autor de este artículo cuenta las razones que le han llevado a negarse a optar a un escaño en el Parlamento.
He decidido rechazar un puesto de salida en las listas al Congreso de los Diputados por Coalición Popular debido a tres razones principales.Dos se refieren al sistema: el diputado va camino de ser un robot, y el sistema electoral prima el poder de la burocracia de los partidos. La tercera es de carácter político: creo que la oposición, después de aciertos considerables injustamente pasados por alto en los medios de comunicación, ha errado recientemente el tiro en varias cuestiones de importancia, sobre todo al promover la abstención en el referéndum sobre la OTAN.
No he dado este paso a la ligera: confesaré a mis lectores, aunque suelo callarlo por no añadirme años, que entré en política hace 31. Se iniciaba en la facultad de Derecho de Madrid la efervescencia que iba a culminar en los enfrentamientos de febrero de 1956. Curiosamente, otro incidente destacable de mi vida política tuvo dimensiones universitarias: tras contribuir a la creación del sindicato de PNNs, pasé en 1970 una temporada de confinamiento en un pueblo alejado de Madrid, ¡como AIzaga, Peces-Barba y Morodo! Al recordar hoy estas y otras muchas vicisitudes siento dos tristezas: la desaparición de Joaquín Garrigues, con la que se malogró la unidad de los liberales, y la incapacidad del centro y la derecha para llegar a un acuerdo de lucha unificada contra los socialistas. Como habrán visto, me gusta la idea de unión, liberal o no»
Al dejar mi escaño quiero llamar la atención sobre algunas cuestiones que enturbian el funcionamiento del sistema democrático español. El diputado no parece sino un autómata del grupo parlamentario. Ello se debe principalmente al reglamento del Congreso, agravado por la interpretación cominera que del mismo hizo su presidente, Gregorio Peces-Barba. En la Cámara de. los Comunes británica, el speaker está obligado a recabar la expresión de todas las opiniones de la Cámara, incluso de las minorías dentro de los partidos: por eso Mrs. Thatcher tiene que oír a menudo la voz de crítica de mister Heath, aunque éste luego, Por disciplina, quizá decida votar con la mayoría de los tories. En el Congreso español hablan, aburrida y predeciblemente, los grupos parlamentarios y no los diputados Nada de opiniones en favor del aborto desde las filas populares nada de ataques a la OTAN desde las filas socialistas, y sobre todo ¡nada de interjecciones desde el escaño! "Le llamo al orden, señor Schwartz", me espetaba implacablemente don Gregorio.
¿Quiénes tienen seguidores?
Cuestión más grave es la del sistema de listas cerradas y bloqueadas, que impide al votante la satisfacción de tachar de su lista al candidato de su partido que le disguste. Algún apparatchik del Partido Liberal me objetaba siempre que "la mayoría de la gente" no iba a emplear esta posibilidad de eliminar a los impresentables. A mí me basta con una minoría -creo en las minorías, por eso soy partidario del sistema democrático, porque las deja florecer. Lo que temía ese profesional era que le tacharan a él. Por si acaso, aunque aparece de número uno en la lista de una provincia andaluza, no es la suya originaria porque si voy por mi pueblo, me apedrean", confesaba.
.Con las listas cerradas y bloqueadas no hay forma de saber qué políticos tienen seguidores.
En ese agua revuelta pescan los burócratas. El resultado de todo ello en la Coalición Popular es que en los puestos reservados a los liberales en las listas electorales no aparecen con posibilidades de salir ni uno solo de los políticos que crearan la rama liberal de dicha coalición.
La tercera razón de mi desvío es más polémica, pues se basa en mi apreciación de la política que deberíamos haber seguido en la oposición. Ha habido, al menos tres puntos en los que creo que nos hemos equivocado. No debimos oponernos a la reestructuración industrial, sino criticar sus dispendios. No debimos dificultar la reforma de pensiones de los socialistas, sino proponer una más drástica y basada en el ahorro personal. No debimos recomendar la abstención en el referénduin sobre la Alianza Atlántica, sino el sí, con promesa de olvidar las limitaciones socialistas en cuanto llegáramos al poder.
Es cierto que el referéndum no debería haberse convocado, que la pregunta estaba engañosamente planteada y que una victoria del no habría significado la caída de Felipe González. Más cierto era, sin embargo, que España tenía por su bien que mantenerse en íntima unión y alianza con los países occidentales; que el pueblo no entendía el que los partidariós de la Alianza propiciaran la derrota del sí y que no cabía duda racional de que una victoria de los noes habría resultado en nuestra inmediata salida de la OTAN, y para siempre.
Tras buscar, en la medida de mis cortas fuerzas, que los consejeros íntimos de Manuel Fraga en AP le llevaran a cambiar de postura, decidí votar que sí en silencio y sin escándalo, por no hacer daño a mis amigos. ¡No lo hubiera hecho! Sabida mi defección, Bovieron sobre mí las críticas del aparato del Partido Liberal; cuando en una entrevista privada el presidente de mi partido me reprochó que yo hubiera depositado en la uma un voto que aún considero sensato y patriótico, puse mi escaño a su disposición.
Deseo lo mejor para la Coalición Popular y para mi Partido Liberal. Me alegraría, por España, que consiguiéramos reducir a relativa la mayoría absoluta de los socialistas en el Congreso. Pero no puedo acompañar en este momento a mis amigos a la lucha electoral como lo hice en 1982 y 1984. Me lo impide el deseo de conservar mi salud política y de mantener mi mitegridad moral.
ha sido diputado del Partido Liberal durante la pasada legislatura.
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