Manolo Jekyll contra don Manuel Hyde
Manuel Fraga Iribarne sabe que, a sus 63 años, ésta es su última oportunidad. Un triunfo del PSOE por mayoría absoluta y, por tanto, otros cuatro años de destierro en la oposición amenazarían muy seriamente su carrera política. La banca le ha dado suficientes muestras de ello, especialmente cuando, en la pasada campaña del referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, volvió claramente la espalda a sus tesis abstencionistas.
Para nadie es un secreto que el presidente de la patronal, José María Cuevas, apoya otras opciones. Y nadie ignora tampoco que algunos dirigentes democristianos del PDP, que no ahorran críticas en privado, y hasta en semipúblico, sobre el talante de Fraga, hablan abiertamente de "replantear las cosas" en la Coalición Popular (CP) a partir del 23 de junio.
Sin embargo, pocos periodistas se atreverían a decirle todo esto a don Manuel en un cara a cara con el presidente de AP y de la CP. Saben que hablarle de posibles y futuras retiradas es algo que le enfurece. Además, Fraga sigue siendo, a estas alturas, el único dirigente político a quien los informadores más veteranos, incluyendo los asiduos a sus queimadas con la Prensa, y hasta la mayor parte de los altos funcionarios de su partido, tratan obligadamente de usted.
Pese a las reiteradas recomendaciones que recibe pidiéndole moderación, y pese también a la incitación a la sonrisa que prescriben sus asesores de imagen, no puede ocasionalmente evitar un estallido de furia ante algún periodista (varón) especialmente impertinente o ante cualquier comentario poco oportuno.
Es la cara poco amable de un don Manuel que contrasta poderosamente con el Manolo, o hasta Manoliño, con que le saludan sus paisanos de los pueblos gallegos cuando le ven llegar en el ya veterano Volvo verde, regalo del presidente del Banco de Santander, Emilio Botín.
Porque Fraga es, en ocasiones, incluso contra su voluntad, un populista nato. Es éste un calificativo que sólo muy recientemente ha comenzado a gustarle, una vez que finalmente ha comprendido que puede atraerle más votos que sus cualidades, de hombre incorruptible, insobornable o infatigable.
Fraga 86
La campaña Fraga 86, con la que, desde antes de las últimas elecciones autonómicas gallegas -noviembre de 1985-, el líder de la oposición conservadora afronta con particular ímpetu el asalto final, ha tratado precisamente de insistir en el populista aspecto de doctor Jekyll, intentando hacer olvidar el más adusto de mister Hyde.
Tarea especialmente difícil si se tiene en cuenta que han sido las anécdotas derivadas de esta última personalidad las que, desde los tiempos al frente del Ministerio de Información y Turismo, pasando por la menos remota etapa en el Ministerio de la Gobernación o el paso previo de la Embajada en Londres, han ganado una duradera fama de impaciente, intolerante e impulsivo para don Manuel.
Un hombre, que, al fin, y al cabo, se hizo célebre por la anécdota que le sitúa arrancando el hilo telefónico de su despacho cuando alguien, en su presencia, mantenía una conversación que al entonces ministro de Información no le resultaba grata.
La transformación
Y, sin embargo, pese a los ocasionales accesos de cólera que todavía no logra reprimir, el nuevo Fraga 86 ha ido ganando terreno, ayudado por la travesía del desierto que le ha supuesto permanecer casi una década alejado del poder, en posiciones muy minoritarias al principio, luego remontándose hasta. convertirse en el protocolizado líder de la oposición, a partir de las elecciones de octubre de 1982.
Como afirma de él un dirigente democristiano, "Fraga se transforma en cuanto huele el poder: se pone nervioso, pierde lo mejor de sí mismo. En cambio, mientras lucha por ganar, cuando está en la oposición, es otro hombre, más humano, más comprensivo".
Lo cual no quiere decir que incluso sus más cercanos colaboradores, con los que despacha a diario en los maitines que se celebran en el cuartel general de la madrileña calle de Génova, no se vean forzados a admitir sinceramente que "tratar con Fraga siempre es algo un poco tenso y difícil".
Una campaña en mangas de camisa
Pocos correligionarios, socios coligados y hasta amigos de Manuel Fraga le reconocerían en el retrato robot que de él ha confeccionado su nuevo asesor de imagen, José Luis Sanchís, el hombre encargado de vender el producto Fraga a la opinión pública. Sanchís ha elaborado un informe en el que recomienda que se destaquen las 17 cualidades a su juicio más sobresalientes en la personalidad de Fraga. Entre las virtudes mencionadas en el documento, que tiene carácter interno y reservado, figuran algunas que no admiten discusión: Fraga tiene convicción, capacidad, inteligencia, es honesto, trabajador y culto.Sin embargo, el entusiasmo de los redactores del texto les ha llevado, acaso, demasiado lejos al enumerar otras cualidades: según ellos, Manuel Fraga es, además de lo arriba mencionado, "moderno, moderado, centrista, europeo", "sabe escuchar" y es además un modelo de "tolerancia", con capacidad de "solucionar los problemas con moderación".
Los responsables de la carapaña de Coalición Popular han preferido no insistir, en esta ocasión, y contra lo que ha venido ocurriendo en, anteriores enfrentamientos electorales, en la imagen de Fraga en solitario; la fotografía del líder de AP aparecerá ahora en las vallas rodeada de gente.
En la última fase, acentuando su carácter populista, estará, además, en mangas de camisa, presidiendo un grupo que avanza Para salir adelante. Será, explicaron fuentes de AP, algo no muy diferente de la campaña que hace algunos meses llevó al poder en Portugal al hasta entonces relativamente desconocido Aníbal Cavaco Silva.
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