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El Dinamo destrozó en cinco minutos 10 días de preparación mental del Atlético

ENVIADO ESPECIAL

El Dinamo de Kiev destrozó en cinco minutos 10 días de una preparación demasiado prudente del Atlético. El equipo soviético fue siempre superior a un flojo rival, que causó una triste impresión incluso a sus propios seguidores y que acabó humillado precisamente con su arma. favorita: el contra golpe. Sólo el triste consuelo de haber perdido la final de la Recopa ante un poderoso adversario puede justificar el mal encuentro del Atlético.

Luis Aragonés había cuidado con todo lujo de detalles el partido. Incluso en el calentamiento, sobre el mismo césped, reunió por turno a sus cuatro defensas, se fue luego a dar las últimas consignas al grupo de cuatro centrocampistas y acabó su última clase teórica tomando de la mano, a Cabrera y Da Silva. Todo se había planificado para no dejarse llevar de la euforia del ambiente rojiblanco en las gradas, para contener atrás con cuatro defensas frente a los dos puntas soviéticos, Belanov y Blojin, y, evitar así verse sorprendidos por las entradas desde atrás de los laterales y centrocampistas soviéticos.

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Pero todo este prudente entramado -Setién se había quedado en el banquillo- lo desmontó el Dinamo en apenas cinco minutos con el gol de Zavarov, un medio punta inquieto y veloz de cuyo marcaje: probablemente no debió encargarse Landáburu. El organizador del juego atlético estuvo siempre más pendiente de su ingrata tarea ante Zavarov que de construir el juego de su equipo. Y resultó significativo que un jugador con tanta cabeza como él viese la primera tarjeta por una durísima entrada a Belanov.

El Atlético acusó el golpe, se puso nervioso, comenzó a encadenar error tras error y a convertir en apasionados hinchas del Dinamo a los 15.000 neutrales por culpa de sus continuas faltas. Y, lo que es peor, se veía obligado a tomar la iniciativa del partido ante un equipo con jugadores rapidísimos, que practicar un continuo carrusel de cambios y ante los que se vio siempre en desventaja.

El Dinamo mantuvo su ritmo arrollador y siguió aprovechando la torpe cesión de metros del Atlético, que no llegó a hilvanar una jugada de peligro hasta el minuto 35, tras una furiosa penetración de Tomás, con envío a Cabrera y posterior cesión a Marina, que remató alto. Un espejismo. Ya antes Fillol le había ganado un mano a mano a Blojin -bien es cierto que la estrella soviética remató con su pierna mala, la derecha- y el Atlético pasó por otros momentos de apuro. El equipo rojiblanco había sido durante todo el primer tiempo un auténtico despropósito, encogido, sin ideas -Setién no entendería nada en el banquillo-, y llegó al descanso no sólo con el marcador en contra, sino con esa frustración aún peor que deja la impotencia. Había que cambiar en 10 minutos todas las consignas de prudencia mental de los últimos 10 días.

Y el Atlético salió con otro aire. Por lo pronto, Luis ordenó adelantar todas sus líneas. Como consecuencia de ello la defensa rojiblanca comenzó a practicar el fuera de juego, su centro del campo intentó presionar con fuerza a sus poderosos rivales y, por encima de todo, el Atlético hizo lo que no había intentado en su lastimosa primera parte: buscar con algo de fe el marco del excelente portero Chanov.

El partido entró así en la fase de mejor juego rojiblanco y Marina pudo haber nivelado el marcador en un espléndido lanzamiento de falta que el portero del Dinamo despejó a córner tras un majestuoso vuelo hacia su escuadra derecha. Pero el Atlético se quedó ahí. Ni siquiera la salida de Setién sirvió para enderezar el rumbo de un equipo que lo tenía perdido desde antes de saltar al césped. El Dinamo se dedicó entonces a soportar con seguridad los tímidos intentos, colchoneros y a practicar el deporte favorito del Atlético: el contraataque. Y al Atlético sólo le quedó Ia opción de jugar lo poco que le dejaba su contrario. Fillol retrasó el, humillante final del equipo de Luis Aragonés con dos excelentes paradas, una en salida ante Yerenchuly otra al desviar por encima del travesaño una mala cesión de Marina. Pero lo que fue incapaz de evitar el excelente portero argentino, fueron los dos últimos goles del Dinamo, que acabó arrasando por completo a un Atlético sorprendentemente débil hasta en su carácter sobre el campo.

El Dinamo se consagró así como un magnífico equipo y demostró que el fútbol soviético no se queda ya en las cualidades de disciplina y trabajo rígido de su mecanizado juego. El equipo de Kiev expresó sobre el campo de Lyón esas virtudes, pero adornadas también con una gran velocidad en todas sus acciones, con anticipación en sus líneas defensiva y media, con cambios de ritmo y de posiciones en casi todos sus jugadores, que desequilibraron por completo al Atlético, y con una habilidad que se les suponía hasta hace poco sólo a los latinos.

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