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Reportaje:

Las rivales de Barcelona para la organización de los Juegos Olímpicos de 1992 velan armas

París ha convertido su candidatura en un instrumento para "salvar los Juegos"

Barcelona rivaliza con otras cinco ciudades para obtener la organización de los Juegos de Verano de la 25ª Olimpiada, que se celebrarán en el año 1992: Amsterdam (Holanda), Belgrado (Yugoslavia), Birmingham (Reino Unido), Brisbane (Australia) y París (Francia). Existe cierta unanimidad en considerar que es precisamente la última de estas ciudades, París, la que mayor peligro entraña para las aspiraciones de la candidatura española. Todas se declaran dispuestas a respetar los principios del movimiento olímpico y manifiestan gozar del apoyo unánime de instituciones y partidos. El hecho diferencial está en sus argumentos y en los objetivos extradeportivos. A seis meses de la designación por el Comité Olímpico Internacional (el 17 de octubre en Lausana), un equipo de EL PAÍS formado por Andrés Ortega, Juan Fernández Elorriaga, Joan Manuel Perdigó, Albert Montagut y Jordi Mercader ha visitado las sedes rivales de Barcelona para elaborar el siguiente informe, pocos días después de que todas ellas presentaran sus informes oficiales al COI.

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"Debemos constatar", dijo Jacques Chirac -alcalde de París y actual primer ministro francés-ante la prensa internacional, el combate incesante que requiere mantener el ideal olímpico ante los dos males contemporáneos que afligen al deporte en sus relaciones con la política y el dinero". Y añadió: "La responsabilidad de organizar los Juegos la entendemos ante todo como un deber que tenemos frente a la comunidad internacional". La candidatura de París no es, pues, un fin en sí misma, sino el medio de cumplir una misión histórica que se ha autoimpuesto la ciudad: la de erigirse en la heredera auténtica y universal de Pierre de Coubertin, padre de los modernos Juegos Olímpicos.La sola formulación de la estrategia parisina lleva implícita una carga de profundidad contra el COI y, lógicamente, contra su presidente, al atribuirse París la urgente defensa del movimiento olímpico, en teoría responsabilidad de Lausana. Respecto al segundo frente -el recordatorio de la filosofía de la Carta Olímpica que propugna la máxima difusión de los Juegos-, Alain Danet, vicepresidente del comité de la candidatura, interpreta fielmente los deseos de Chirac cuando afirma: "El movimiento olímpico vive una crisis política y comercial, París ofrece la oportunidad única para refórzarlo", para concluir con su lema favorito: "París ofrece los Juegos, no los reclama".

El futuro de la oferta para "salvar los Juegos" y el interés por reafirmarse como los herederos del barón de Coubertin no se dejan al azar de las circunstancias. Todo el prestigio de París se pone en juego para hacer efectiva la nueva divisa de la ciudad, una actualización del mensaje del padre del olimpismo. "Lo esencial es participar. Lo importante es ganar", se lee en los anuncios pagados por la asociación de empresarios, integrada por 150 empresas, entre las que se encuentran las más des tacadas y poderosas de Francia.

En París "todo está previsto". Esta es una de las dos expresiones favoritas de Alain Danet, que junto con Monique Berlioux, ex directora del COI, lleva el peso del proyecto parisino. La otra: "Esto existe". La documentación oficial de París constituye un auténtico despliegue de las potencialidades culturales de la ciudad. Probablemente por eso, los autores consideran que no hace falta entrar en detalles de la programación cultural. Sencillamente, se destapa la caja de los souvenirs. Se complementa con un recordatorio de algunos de los grandes proyectos en marcha: ampliación del Louvre hasta alcanzar los 120.000 metros cuadrados, el museo de Orsay dedicado al siglo XIX, La Villette, la Opera de la Bastilla. Es Alain Danet, con su habitual expresión sonriente y confiada, quien resume la oferta cultural con una frase definitiva, especialmente dedicada a la familia olímpica: "Cada uno encontrará aquí la cultura que busca".

Amsterdam, la promoción constante

Amsterdam, capital de Holanda, está experimentando un renacer. "Volvemos a trepar la montaña", señala Job Key, presidente de la Cámara de Comercio de la ciudad. En este nuevo plan vital se sitúa su candidatura para acoger los Juegos Olímpicos de 1992, que no sólo representarían una efemérides deportiva, sino que además servirían para fomentar la imagen de esta ciudad en el mundo. Por otra parte, su elección traería ventajas económicas: entre 1986 y 1992, explica Key, la economía holandesa recibiría una inyección suplementaria de unos 3.800 millones de florines (unos 72.000 millones de pesetas) -de los cuales un 40% iría a Amsterdam- y se crearían unos 32.000 empleos.

La iniciativa de e

Sta candidatura surgió del Comité Olímpico Nacional en 1982-83, es decir, antes de que se supiera el resultado financieramente positivo de los juegos de Los Ángeles, recuerda Ed Van Thijn, alcalde de la ciudad, para quien organizar tales juegos "es un reto para cualquier gran ciudad", y más aún para ésta, de vocación internacional. "Amsterdam se promociona ahora en el mundo entero", comenta Job Key. ¿Pero no es una ciudad suficientemente famosa, la cuarta ciudad turística de Europa?. "Todo buen producto hay que promoverlo constantemente", replica el presidente de la Cámara de Comercio.

Brisbane, contra la distancia

La oposición a la candidatura en Anisterdam es rnínima. Por una parte están los squatters -ocupantes de casas vacías a quienes la idea de movirniento organizado no gusta- y por otro un pequeño Comité de Juegos Olímpicos en Amsterdam, no, integrado por una decena de personas con Sara Boerlage, profesora de Geografía social de la universidad de Amsterdam, a la cabeza, que piden un referéndum sobre los Juegos.

Convencidos de que ninguna e las otras cinco ciudades que sueñan con los juegos tiene la calidad de vida que rodea a los habitantes de Brisbane, los promotores de la candidatura australiana reconocen que la distancia es el peor enemigo que tiene la ciudad. En el otro lado de la balanza, las esperanzas están fundadas en consideraciones como la ausencia de problemas políticos, el hecho de que los Juegos sólo se hayan celebrado una vez en el hemisferio sur -Melbourne, en el año 1956- y en el prometedor futuro económico de la zona.

Salvar el obstáculo de la distancia y el desconocimiento es uno de los objetivos prioritarios. Los organizadores son conscientes de que Brisbane es una ciudad que mucha gente no sabría ni situar en el mapa, pero replican con una tecnología punta y un urbanismo que está muy por delante de otras ciudades más conocidas. Los Juegos de la Commonwealth, en 1982, demostraron internacionalmente, según los promotores de la candidatura, la madurez y capacidad organizativa de la ciudad. Y Brisbane exhibe también su designación como sede de la World Expo de 1988, año del bicentenario de la fundación de Australia, que ratificará su capacidad organizativa.

Belgrado, el encanto de los 'no alineados'

El excéntrico alcalde de Belgrado, Bogdan Bogdanovich, siempre con una bufanda en el cuello, no creía que su ciudad pudiera ganar a Barcelona y París y alzarse con la sede de los Juegos Olímpicos de Verano 1992. "Lo reconozco: fui escéptico al principio, pero me voy haciendo a la idea de que podemos ganar", declaraba a la prensa hace poco.

Belgrado juega con la baza de ser la capital europea del no alineamiento, el movimiento tercermundista que el año 1961 se fundó allí con asistencia de diversos jefes de Estado de cuatro continentes. Promete que nadie se sentiría extraño en ella, ni del Este ni de Occidente, del Sur pobre o del Norte rico. Si el vientecillo de la guerra fría sigue arreciando, Belgrado promete buen microclima. Un comentarista deportivo yugoslavo explica: "Como dicen los estadounidenses, unos Juegos Olímpicos sin comunistas son como una boda sin novia. Y Belgrado asegura que la novia será puntual".

Birmingham ha sido la última ciudad en apuntarse a la carrera por la organzación de los JJ OO de 1992. Apenas hace un año, la primera ministra Margaret Thatcher aún se declaraba dispuesta a apoyar la candidatura de Londres para organizar los 25º juegos de verano. La candidatura británíca, que intenta recuperar el tiempo perdido volcando la influencia del Reino Unido en el mundo, especialmente entre los países de la Commonwealth y que quiere seguir a pies juntillas el ejemplo de Los Ángeles, se ha lanzado a una fuerte campaña de promoción.

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