_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Contra el exceso de obediencia

Fernando Savater

En su notable Discurso mantuano, el pensador venezolano Briceño Guerrero señala que nuestro tiempo tiene tan claras las razones de la rebeldía que olvida o ignora las razones de la obediencia. En efecto, ni toda sublevación o disconformidad son excelsas, ni toda adquiescencia a lo establecido es vil, y que esta obviedad haya sido incomprendida por cierta retórica izquierdista ha hecho poco favor al pensamiento político inconformista. Sin embargo, la fase que atraviesa ahora este país alarma más bien por lo contrario: predomina el exceso de obediencia. Cualquier cuestionamiento algo radical de lo dado, de lo comúnmente admitido y celebrado como irremediable, pasa por exhibición de delirio, o sinsentido, adolescente, o remordimiento tardogochista. Quien no asiente está pagado o perturbado; cualquier timido non serviam! suena a un apocalíptico "¡Aquí perezca Sansón con todos los filisteos!". Y lo malo de esta situación no es tanto que la vieja causa de la rebeldía se vea arrinconada como que las auténticas, las no serviles razones de la obediencia racional queden contagiadas por el obsequioso afán de reverenciar -y nunca mejor dicho- a diestra y siniestra.El resultado del referéndum, por ejemplo. ¡Qué despliegue de genuflexiones, qué orgía de asentimientos, cuántos retumbantes "¡arrepentíos!" y cuántos golpe! de pecho perfectamente contritos! Menos mal que la efeméride ha caído en cuaresma: sin duda hemos ganado todos la bula de la Santa Cruzada... El Gobierno, débil princesa acosada por dragones contrapuestos, ha encontrado tantos y tan voluntarios paladines como para fundar de nuevo los Tercios. Lo malo es que a Flandes ya no pueden ir, porque tropezarían con la sede central del Mercado Común y la broma puede salimos cara. Pero resulta que hoy las princesas desvalidas piden socorro más por vicio que por auténtico peligro: ¿acaso no se nos quiere hacer creer que Estados Unidos está cercado por Nicaragua? Del mismo modo, el único verdadero riesgo que corría el Gobierno a la vista está- era ganar otra vez, incluso contra sus propios postulados; de esta eventualidad no le han guarecido sus numerosos, presurosos y obsequiosos salvadores.

De éstos, los intelectuales son -por parentesco- los que más me preocupan. Yo creía pertenecer a una generación de príncipes y de pronto los he visto desplegar una prudencia de rentistas. ¡Cuánta modestia, dar por sentado que la picaresca copichuela de madrugada en el lugar interesante es el máximo logro social a que podemos aspirar! Y tampoco parece que las divisiones del Pacto de Varsovia vayan a ponerse en marcha próximamente para quitárnosla. No vale masticar con alharaca las perlas lujosas de la vida y luego acoquinarse ante el único lujo inequívoco. El de un alma no timorata ni mendicante. ¡Si Por lo menos hubieran practicado la obediencia ciega! Pero no, que la han explicado, es decir, han guiñado un ojo. Los verdaderos príncipes y los niños tienen algo en común: no les arredra, llegado su compleaños, romper las huchas. Las cuales, por cierto y no por casualidad, tienen forma de cerdito.

Demos un paso más en el pesimismo y admitamos, que también algunas concentraciones de noes destilan obediencia, salvando -como siempre- la impenetrable individualidad de cada cual. ¡Qué hermoso hubiera sido ver triunfar la negación en Almería y Cáceres, por ejemplo! Pero no: ha ganado en el País Vasco y Cataluña, es decir, sitios donde los mandos naturales habían pedido ambigüa o inequívocamente el voto negativo. Dejemos de lado el lógico caso de Canarias: lo del Tratado del Atlántico Norte allí sonaba a guasa y, por lo demás, ya los precavidos atenienses, al llevar una propuesta de guerra a la eclesia, excluían de la votación a los habitantes de la frontera con el enemigo, pues estaban demasiado directamente interesados en la cuestión como para ser imparciales. Volviendo al País Vasco, propongo este "escenario" (como se dice ahora): si los socialistas hubieran mantenido su activa oposición a la OTAN y, solicitado el voto negativo, el PNV hubiese defendido con fervor la alianza militar como garantía de que Euskadi iba por fin a incorporarse a la Europa de los pueblos.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Y de los otros, para qué hablar. Dos fotos recientes sirven de colofón a cierta campaña antiviolencia de quien yo me sé: la primera, dos féretros gemelos, indiscemibles -en uno va el etarra, en otro el policía- introducidos simultáneamente en el mismo furgón; la segunda, el entierro del mártir, jaleado por las fuerzas vivas del pueblo, que rodean a un grupo de niños, muy atentos, en primer plano. Estos niños son lo que Stalin, siempre acertado, llamaba "el capital humano de la revolución". No, no son tan diferentes como creen: la disciplina militar y su retórica son muy semejantes en todas partes.

El mejor logro del referéndum sobre la OTAN ha sido revelar o

-Pasa a la página 12

Contra el exceso de obediencia

Viene de la página 11

subrayar este fervor obediente, pero también ciertos estimulantes atisbos de desobediencia. En cierta forma, la zarabanda de estos días ha supuesto una inyección de vitalidad política y no un simple monumento de confusión como dictaminan los pedantes de turno (a propósito, ¿dónde habrán visto un torneo político medianamente libre que no sea confuso?) o la reedición en formato de bolsillo de la contienda de las dos Españas, como ulularon nuestros apocalípticos más integrados. De lo que se trata ahora es de no perder el fruto de las desobediencias activas -no simplemente reactivas- que se hayan dado y ganar los obedientes por tímida resignación, pero no desdeñarían en lo futuro la posibilidad de mejor-opción política. Es significativo que aquellos que antes del fatídico día 12 insinuaban que votarían sí ahora dejan entender que a fin de cuentas votaron no: para reconvención y pasmo de los estadísticos, el sí va perdiendo look a pasos agigantados... y estamos empezando sólo con la resaca. En un sucinto pero sabroso análisis de la democracia pasada, presente y posible (La democracia liberal y su época, Alianza-Bolsillo), C. B Macpherson caracteriza así la situación -actual del proyecto democrático: "La democracia no es más que un mecanismo para elegir y autorizar Gobiernos, no un tipo de sociedad ni un conjunto de objetivos morales ( ... ). La democracia es sencillamente un mecanismo de mercado: los votantes son los consumidores, los políticos son los empresarios". Pues bien, esto es sólo una variante o una etapa, no la única democracia posible; ni es cierto que la única alternativa a tal modelo presente sea una fórmula totalitaria. Quizá haya sido virtud del referéndum despertar la urgencia de articular la opción de los desobedientes, cuya misión será proponerse que haya finalmente algo digno de ser racionalmente obedecido.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_