Poca audiencia y penuria de producción definen al canal gallego
Seis de cada 10 gallegos tienen ya la posibilidad de ver la televisión de Galicia, TVG. Los que superan el filtro de la falta de cobertura y la ocasional necesidad de adaptar la antena y aprovechan esa posibilidad tienen ante sí una programación matinal de dos horas y una vespertina de cuatro, el doble del horario inicial. Sin embargo, los esfuerzos para consolidar una televisión gallega no se han visto correspondidos con la calidad de los resultados. El nuevo equipo directivo de TVG, resultado de la remodelación operada en el Ejecutivo gallego, tiene en sus manos un producto caracterizado por la penuria de la producción propia. Salvo algunos atisbos, en el tercer canal el espectáculo sigue dentro, sin conseguir aflorar a las pantallas.
En los últimos días se han registra do importantes cambios en los dos programas con pretensión estelar que produce TVG. Boa noite, que utiliza la fórmula invitados y actuaciones, estrenaba el tercer presentador de sus siete meses de historia (Pepe Domingo Castaño, María José Goyanes y ahora Xosé Ramón Gayoso, un joven profesional prácticamente formado en el medio), y Ruada desaparecía de la programación el pasado miércoles "por el momento", según su factótum, Xosé Luis Blanco, que ha pasado de la dirección de la radio autonómica a la de la televisión. Ruada utilizaba la misma fórmula para apostar decididamente por los aspectos más tradicionales y folclóricos de la cultura gallega, con aire y contenidos que le han valido el apelativo de Ruanda.
A pesar de que nunca figuró en los primeros puestos de los precarios paneles de audiencia de TVG -que siguen encabezando los informativos-, Ruada fue de los pocos programas que proporcionó destellos de espectáculo y contó con una audiencia más o menos fiel. Quizá lo inequívoco de la propuesta, destinada a los sectores de población más anclados en la tradición y la soltura y comodidad del presentador, tanto en el idioma como en su relación con temas e invitados, son los aspectos positivos que han logrado que el programa no rechinase en el aspecto formal. Para algunos observadores, la conclusión no debería ser tanto la necesidad de dirigirse a sectores seguros pero decrecientes de la sociedad gallega como la de forzarse en lograr esa dosis de credibilidad y conocimiento del asunto en otros programas.
Tampoco las series han generado la expectación que se supone inherente a este tipo de producciones: ni las omnipresentes en los canales autonómicos (Dallas y Magnum), ni las juveniles (El castillo encantado, Vacaciones al sol, El hombre invisible, inglesas, y Gente maravillosa, americana), ni los culebrones (adquiridos en versión reducida de medio centenar de capítulos, como Tú o nadie, Baila conmigo y Días de baile).
Tan sólo A escrava Isaura, una de las primeras en emitirse, que narraba en clave de folletín las desventuras de una esclava mulata asediada por las conspiraciones y la rijosidad de un señorito calavera, ambientada en el Brasil esclavista, llegó al corazón de los televidentes gallegos. Se desconocen las razones, pero lo cierto es que, quizá por semejanza con el mundo icónico gallego, las series brasileñas gozan de mejor aceptación.
Aparte de la calidad o espectacularidad de los productos en sí, el doblaje es un factor que, en general, no está incidiendo en la mejora de la audiencia. La corrección lograda inicialmente, pese al ritmo frenético impuesto, se vio un tanto degradada por la irrupción en el reducido mercado creado alrededor de TVG de una empresa, Imaxe Galega, que se encarga de doblar buena parte de las series y las películas programadas y cuya relación con el ex director del canal gallego Guillermo Montes tuvo que ser defendida públicamente por éste.
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