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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Vandalismo dominical

Acabó el partido, ganó el equipo de casa; da igual, los habituales se reúnen para preparar la agresión indiscriminada contra los portadores de bufandas, banderas o gorras de los simpatizantes del equipo foráneo. Ya los habían localizado a lo largo del partido en el tercer anfiteatro, y en cuanto sonó el pitido final salieron decididos a consumar la agresión pensada desde el día anterior. Subieron la calle con las mandíbulas apretadas, conteniendo el odio y oteando el horizonte en busca de alguien a quien poder agredir y vejar, sólo por el hecho de ser seguidores del equipo contrario. Unos pocos seguidores del conjunto rival salían, festivos y contentos, entonando canciones de su tierra sin meterse con nadie, pero rápidamente los localizaron los habituales y se agruparon ordenando silencio en sus filas, al tiempo que se cubrían los rostros con las bufandas de su equipo, hasta que uno de ellos ordenó el ataque y salieron todos a la carga contra los sorprendidos hinchas contrarios, a quienes agredieron sin distinción de edad o sexo, hasta que capturaron la mayor bandera del contrario, momento que escogieron para retirarse y quemar la insignia contraria. Al poco tiempo aparecieron las fuerzas del orden público, justo en el instante en el que los indignados forasteros se aprestaban a vengar su democrática idiosincrasia, momento en el que los habituales huyeron en desbandada organizada hacia un nuevo objetivo, mientras que la policía aplacaba la justa ira de los agredidos, sin ocuparse de los agresores, mientras tanto éstos, en su cobarde huída, agredían a aislados aficionados contrarios.Esto sucedió al final del partido Real Madrid-Sevilla, pero podría haber ocurrido al final de cualquier partido en el feudo de los cinco o seis típicos equipos que admiten como socios de sus clubes a un centenar de muchachos, que son siempre los mismos y se sitúan en la misma zona, además de que nunca van solos, y que son los culpables de todas estas agresiones.

Los clubes, al tolerar la permanencia como socios de estos elementos, tienen la mayor parte de la culpa, por lo que deberían caer más sanciones sobre ellos en caso de reincidentes agresiones de éstos sobre el pacífico e inocente aficionado contrario, e incluso sobre los malos árbitros, que abundan en el fútbol español y mundial.-

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