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Hassan II ofrece una afectuosa acogida al rey Juan Carlos, con la participación de miles de marroquíes

Hassan II de Marruecos sorprendió ayer al rey Juan Carlos de España con un magno, multitudinario y caluroso recibimiento por las calles de Marraquech, completamente abarrotadas de decenas de miles de personas, que portaban banderas de España y Marruecos y lanzaban gritos y consignas de bienvenida y saludo al ilustre huésped regio, todo ello dentro de un espectáculo variado y multicolor, aunque severa y estrictamente controlado por la seguridad nacional.

La presencia de don Juan Carlos en Marraquech, como invitado de honor exclusivo de las fiestas conmemorativas del 25º aniversario de la subida al trono de Hassan II, ha introducido un elemento nuevo en el sentido y la proyección exterior de los actos, inicialmente previstos como un intento de reforzar la vocación occidental de Marruecos, pero ahora a través de la amistad con el Rey de España y la admiración a la institución que encarna.Todo comenzó a las 16.20 (17.20, hora peninsular), cuando aterrizó el Mystère Falco 50 de la Fuerza Aérea Española que trasladaba desde Madrid al rey Juan Carlos, que viajaba a Marruecos sin otra comitiva que el jefe de su cuarto militar, teniente general Puig Cerver, y un reducido número de miembros de su escolta de seguridad. Hassan II, impecablemente vestido con un traje gris azulado, acudió a la escalerilla del avión acompañado de sus dos hijos, el príncipe heredero Sidi Mohamed y su hermano menor Mulay Rachid, y su sobrino Mulay Hicham, hijo de su hermano Mulay Abdallah, ya fallecido.

Ambos jefes de Estado se fundieron en un caluroso abrazo sobre la pista del aeropuerto y pasaron posteriormente a escuchar los himnos nacionales de España y Marruecos, el primero inmejorablemente interpretado por la banda de música de la Guardia Real. Tras los himnos, Hassan II y don Juan Carlos pasaron revista a un destacamento de palacio con uniforme de gran gala y, seguidamente, procedieron a saludar al Gobierno en pleno y al mando supremo de las fuerzas armadas, compuesto por los siete únicos generales en activo del Ejército marroquí, entre ellos el inspector general Driss Ben Aomar, que hace las funciones de ministro de Defensa, y el general jefe del Ejército destacado en el Sáhara, Abdelaziz Bennani.

La presencia del presidente del Parlamento y cuñado del rey, Ahmed Osman; del presidente del Gobierno, Karim Lamrani, y de todos sus ministros en el aeropuerto, como la del monarca alauí y los dos príncipes, había sorprendido ya a los observadores, que desde ese instante comenzaron a sospechar que el recibimiento podría sobrepasar los límites normales del protocolo ante este tipo de visita. Lo mismo le ocurrió a la mínima y casi inadvertida representación oficial española en el aeropuerto, que se vio desbordada, y totalmente sorprendida ante tan magno recibimiento: sólo estaban en el aeropuerto el embajador Raimundo Bassols y su chófer, marroquí de nacionalidad, y el teniente coronel del Ejército del Aire Jerónimo Palacín, actual agregado aéreo y hombre que prestó en los últimos años sus servicios en la Casa Real española. El resto de la misión diplomática oficial acreditada en Marruecos, incluidos los representantes del Ministerio de Defensa, no habían acudido a Marraquech, y se da el caso de que algunos funcionarios se encontraban en Ceuta, haciendo compras, a la misma hora en que llegó el Rey a esta ciudad.

Un inmenso gentío

Al acabar la ceremonia del aeropuerto, se inició el cortejo: en un coche descubierto, escoltado por un centenar de motoristas y con unas coberturas de seguridad aérea realizada por dos helicópteros militares que volaban bajo Hassan II y don Juan Carlos emprendieron un recorrido de nueve kilómetros hasta el mismo corazón de Marraquech, ante un gentío difícil de calcular, que se encontraba prácticamente formando racimos apiñados en los arcenes y principales plazas y avenidas de la ciudad.Banderas españolas, pancartas alusivas a la presencia del rey Juan Carlos dándole la bienvenida y rótulos en los que se podía leer la frase "España, siempre junto a Marruecos", configuraban un cuadro de color con las masas, ataviadas con trajes regionales, que coreaban y gritaban, a veces cantando y acompañándose de instrumentos de música tradicionales, en saludo del huésped del rey de Marruecos. El Ejército, con traje de faena, cubría la carretera por donde se efectuó el recorrido y unidades de caballería, también militar, controlaban las largas filas de caballistas de fantasía que, en algunos tramos del trayecto, ocupaban lugares entre el público.

Don Juan Carlos, de pie en el automóvil, junto a su anfitrión, estuvo saludando durante todo el tiempo que duró el recorrido, mientras el rey Hassan II extendía las manos repartiendo besos a la población. Todo duró entre 20 y 25 minutos, y en ocasiones se le notaba al Rey de España aspecto de sorpresa.

La jornada conmemorativa de la fiesta del trono transcurrió, por lo demás, según el programa previsto. Por la mañana, Hassan II recibió en el mechuar del palacio de Marraquech al Gobierno y al Parlamento en pleno, al mando de las fuerzas armadas y a los notables del reino, además del cuerpo diplomático acreditado en Rabat, en el curso de una ceremonia ya tradicional en la que se suele presentar los respetos de los presentes por la efeméride. Coincidiendo con este acto, se anunció la concesión de medidas de gracia a más de 300 presos.

Por la tarde, el rey de Marruecos pronunció su tradicional discurso a la nación, en el que, curiosamente, no hizo ninguna alusión a Ceuta y Melilla.

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