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Excrementos

Como es probable que los responsables del Gobierno salgan de vez en cuando a cenar, les presumo al corriente de lo asquerosos que están los manteles. Desde hace semanas se ha hecho una práctica común que los comensales dispongan meticulosamente de uno a tres nombres de grandes amigos sobre los platos y, poco a poco, libando de sus jugos primero, mordisqueando en la dudosa entidad del hígado después y afanándose al fin en la pechuga de la moral, concluyan con aquel infame que comprometió su sí o su no en un manifiesto sobre el referéndum. Es un gran trabajo gastronómico este que ha promovido la dirección socialista en unos tiempos en que tal afición estaba pidiendo un nuevo refinamiento. Saciados los gustos del paladar, se ha pasado al deleite de los sabores del espíritu. Los creadores de imagen habían propuesto para el PSOE un plan de ética y era iluso creer que no hubieran pensado incluirlo también en el menú. Lo cierto es que las tertulias, la nutrición del vecindario y hasta los víveres de la amistad están siendo calados por la pestilente melaza de la llamada moral política.No estaba incluido este deterioro de las relaciones personales en el programa electoral. Cualquiera podría jurarlo. Y aun suponiendo que la encantadora candidez de todas sus promesas no pudiera cumplirse, a pocos se les habría ocurrido que su grado de fracaso no hallara un amparo en ciertas leyes de la fatalidad. Sin embargo, ¿qué posible invocación a la fatalidad puede consolar de la disgregación de los amigos más queridos, del ambiente de delación, sospechas y culpabilizaciones que ha desencadenado este referéndum?

Desde las mismas sentinas del franquismo suben los vapores de una impensable división entre compañeros que al cabo habían empezado a tratar asuntos pacíficos y a compartirse como defectuosos seres humanos. De nuevo -y esto no sé si los responsables del Gobierno tienen ocasión de percibirlo cuando van a cenar- ha emergido el espectro policial, la pareja del reo y el depredador. Un aire, en fin, de sectarismo e inclemencia donde es repugnante seguir comiendo.

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