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Tribuna
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Moravia

Alberto Moravia es el año 2000 y un día. Y Carmen la tudelana es la mujer de mi vida. Y ni Dios se ha enterado. A los 80 años, como quien dice, el muchacho levanta a la niña de 30, que, a su vez, se dice borracha de emoción. Y como si nada.Ni un editorial en un periódico; ni un político que recuerde: la vida es política, luego la política es la vida de todos los días. Nada. Fraga, Felipe y congéneres "descansan, por favor" o "trabajan, no faltaba más", que dirían sus secretarias/esclavas de prêt-à-porter. Todos estos voceros y facedores del bienestar social se ocupan, exclusivamente, de las cosas serias.

Aquí lo que cunde es la venerable OTAN, que a la ciudadanía le resbala un tanto así, aunque a muchos les sirve de cajón de sastre de todas sus frustraciones y perezas político-intelectuales, así como de almohada de otras siestas. Y el elenco salido del sufragio universal, al igual que todos los moralistas de la nación, naturalmente, como eso de joder no les sensibiliza, y mucho menos a los 80 años, han dado por jodidos a Moravia y a Carmen

Pues no más: toda la obra literaria del italiano es un pedazo de poca cosa cuando, desde lo mas recóndito, simple y determinante de la condicion humana se le planta cara a la revolución cultural imposible que, como se come un bocadillo, representan dos sexos que suman 110 años. Eso sí, con todas las insinuaciones destiladas en la Prensa se puede hacer el sanmartín que celebraría un chulo de putas con el dinero de su harén: Carmen y Alberto, los pecadores, perversos, sórdidos, maniacos sexuales, ¡cuántas masturbaciones mentales, y de las otras, no habrán nutrido!

Yo, de ser homosexual equívoco, a la cúpula de esta sociedad le diría que moralmente es cutre, políticamente hipócrita y que, a propósito de ideales, es un estamento-chorizo; y en el mismo caso me ofrecería como regalo a Carmen y Alberto.

Ahora me explico el éxito de las revistas del corazón. España es una revista del corazón, pero el terreno lo ocupan la Preysler y Carmen Rosi, con Boyer de monaguillo. No somos nada.

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