_
_
_
_
_
Tribuna:MADRID RESUCITADO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Serrano

Sitiados en vetustos caserones, en los laberintos del centro de Madrid, los burgueses de la villa se entusiasmaron con el proyecto del marqués de Salamanca y acogieron con satisfacción los rigurosos planos del ingeniero Castro, que con escuadra y cartabón trazó las impecables cuadrículas del barrio de Salamanca. A finales del siglo XIX, los habitantes de este nuevo barrio se enorgullecían de sus waterclosets, los primeros de Madrid, y preferían el aislamiento de esta zona alejada del centro y de sus agobios.La calle de Serrano, adjudicada en primer término a su colega Narváez, se convirtió en paradigma del nuevo espacio urbano y apadrinó a la fauna más característica de la zona, los niños de Serrano, raza bien alimentada, vestida con esmero y educada en colegios de pago y sotana, que celebraban sus rituales a la hora del aperitivo y ornaban las terrazas de las cafeterías con su cháchara insustancial, jerga que parodiaban, sin conocerla, los madrileños de otros barrios menos privilegiados.

Lenguaje mítico que no se correspondía a la realidad, pues los niños de Serrano, seguidores de la línea del menor esfuerzo, no dedicaban sus energías a la creación de un lenguaje especial. Jamás dijo uno de estos tórtolos "incinérame un cilindrín" o "acelérame el cáncer" para pedir fuego, ni tampoco "vamos a tomar unos vidrios", llegada la hora del aperitivo, y, sin embargo, éstas y otras frases del Mismo jaez se consideraban parte de su patrimonio, secuelas de su leyenda negra.

Corrillos y tertulias de la zona nacional, cenáculos en los que los jóvenes repetían los gestos de sus mayores y aprendían a comportarse con los modales de su clase, llamando con autoridad al camarero o repitiendo con voz impostada las argumentaciones políticas o económicas de sus progenitores.

Algo ha cambiado en el ambiente; ahora los niños de Serrano, algodonizados, uniformados al pastel por un hábil comerciante local, se dejan caer por los bulevares de Juan Bravo cuando llega la primavera; han cambiado las bicéfalas águilas imperiales por el Snoopy, abanderado a pesar suyo, que campea en las traseras de sus automóviles, indefenso can sometido a un oficio que no le cuadra, portaestandarte de unos valores eternos que se encuentran muy alejados de los que el padre Schultz insufló en su criatura.

El redactor de Abc encargado de esta crónica de ambiente acuñó nuevas siglas para definir a los jóvenes cachorros de estas nobles camadas: "BCBG", buen chic, buen género, los BCBG prefieren los refrescos al alcoholazo y en su conversación han sustituido la política por el motor, la moda o las discotecas.

Los residuos del pasado imperial se condensan en un fascismo light que luce joven y rozagante en las manifestaciones de la LODE o el aborto y proporciona vistosas portadas a los periódicos. Bien mirado, la LODE y el aborto son dos causas light, papá guardó su escopeta en el armario y ahora es mamá la que organiza desfiles y manifestaciones con el mismo entusiasmo que antes dedicaba a tómbolas benéficas y cuestaciones caritativas. Tras la muerte del caudillo carismático y a falta de líder nacional, las católicas legiones se inclinan por el liderazgo de Juan Pablo II.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Al margen de estas connotaciones vagamente sociológicas, la calle de Serrano mantiene en pie algunas de las primitivas edificaciones del plan Castro, sólidas y respetables edificaciones burguesas, y ofrece curiosos contrastes, los descoyuntados jardines del Descubrimiento, con sus megalíticas losas junto a la clásica fachada del Museo Arqueológico, que vigilan impertérritas esfinges. La Casa de la Moneda cayó en aras del desafinado homenaje colombino, el palacio del duque de Anglada fue sustituido por unos grandes almacenes y el de Cánovas del Castillo es ocupado por la estructura cúbica e impenetrable de la Embajada de Estados Unidos. Sólo el insólito barroquismo andaluz del edificio de Blanco y Negro y Abc, con su fachada de inspiración neoplateresca, y el recoleto enclave del Museo Lázaro Galdiano dan fe de la antigua nobleza de esta calle, que tiene en los escaparates de los comercios sus mejores reflejos. Santones del prêt-a-porter parisiense y emergentes gurús de la posmodemidad compiten en precios y diseños, y las galerías de arte, desacralizadas, registran una inusitada afluencia de público.

Muy de cuando en cuando, entre boutique y boutique, una antigua camecería o una tienda de ultramarinos y coloniales emergen como incongruentes vestigios del pasado.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_