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Crítica:VISTO / OÍDO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La dulzura de vivir y el placer de mirar

Dulce y cálido Félix Krull: "Mi talento para el placer amoroso lindaba con lo sobrenatural", decía en sus Confesiones. El director de esta serie televisiva, Bernhard Sinkel, que recoge la novela de Thomas Mann, se recrea en la dulzura de vivir que puede llegar a producir un talento semejante, a condición de que esté en las circunstancias apropiadas; y detiene una cámara que es como una mano en las jóvenes nalgas femeninas, en los densos y breves senos saltarines, o simplemente posados; o se hace la mirada del mirón detrás del ventanal, glaseado por la escarcha -dentro, la estufa y la intimidad de dos, de tres, a veces de cuatro-; o el pincel del pintor Schimelpreester reproduciendo los luminosos cuerpos. Un erotismo elegante, un dandismo libertino. Belleza desnuda o tocada con el subrayado negro del corsé o las medias; dulces carnosos de la pastelería, brillantes engarzados en el escaparate del joyero, champaña, música de pequeño teatro. Cosas para despejar, al caer como un plomo la tarde, la pesadez y el aburrimiento del lunes.El secreto profundo está en Thomas Mann, y quizá en su forma de escribir esta novela. Fue una de las primeras que ideó hacia finales de siglo y principios de éste: la apuntó, tomó notas, publicó un primer manuscrito. Y fue la última que terminó: en 1951, cuando Mann tenía 76 años.

Puede ser que pusiera en ella un despertar sexual, apasionado, vivo, y que luego la cruzara con el humor, la ironía, la mordacidad de los últimos años. Y con el erotismo inefable de la vejez: la pasión de Fausto. Hay eruditos que dicen que las Confesiones del aventurero Félix Krull son la vida misma de Thomas Mann. Pero en ese sentido transfigurador y sublimado del escritor: poniendo en el personaje lo que hay de engañoso, de estafador, de seductor en el novelista. Y en el hombre público.

Superficie y trascendencia

Muchas veces fue acusado Thomas Mann de doblez, y algunas de ellas por su propio hermano, Heinrich, que había elegido desde el principio de su carrera de escritor el compromiso político, mientras Thomas sólo se incorporó a él cuando fue la terrible política del nazismo la que se metió en su vida y le obligó al exilio. O quizá esta atribución de grandes intenciones filosóficas sea una manera de salvar la imagen de Thomas Mann y atribuirle continuamente el peso de la trascendencia cuando él mismo buscaba otra cosa: la liviandad. Y en el texto de la novela existe, en efecto, un debate entre trascendencia y superficie que tiene interés por sí mismo.

Pero lo que se debe a Bernhard Sinkei, como director y creador de la traducción a imágenes y diálogo de aquel texto, es mucho. Ha añadido una distinguida lascivia, un dorado libertinaje, al que quizá el escritor Thomas Mann no podía acceder en sus tiempos -siendo tan largos-, y el peso de su premio Nobel. Ha encontrado un bello adolescente con la languidez, la pereza y la inocencia del personaje (John Moulder-Brown), le viste y le desnuda, le deja gozar de la vida: la cama, la glotonería, la representación. Le ha rodeado de jovencitas expansivas y apasionadas, y deja a todos crecer y pasear y amar por interiores calientes, con esa luz justa que los alemanes ponen en sus decorados todavía mejor que los ingleses (fruto, quizá, de su antigua pasión óptica); y a esos maestros ingleses les añaden -o añade Sinkel- el toque un poco crudo de la vulgaridad, que bien tratada resulta un toque de elegancia. Esa vulgaridad que introduce a todos en el mundo de lo posible, como una forma de refinamiento de vuelta. Se mete en casa.

Esta serie, de la que TVE emite hoy el tercer capítulo, es un hallazgo. Después de la austeridad terrible y cruel de Los Buddenbrook -donde ya había un personaje vagamente libertino, amante de las mujeres y de los espumosos del Rin, y también del teatro frívolo-, de su lentitud narrativa pero también de sus luces y ambientes magistrales, estas vivas estampas de la dulzura de vivir, y del humor un poco cínico y ácido de las Confesiones del aventurero Félix Krull dan otra versión de Thomas Mann y proporcionan algo que no siempre

la televisión está dispuesta a darnos: el placer de mirar.

Félix Krull se emite hoy a las 21.45 por TVE-1.

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