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París obtuvo los documentos que desmontaron la red de espionaje industrial de la URSS en Occidente

Soledad Gallego-Díaz

Un alto funcionario soviético entregó cerca de 4.000 documentos secretos a los servicios de contraespionaje franceses entre la primavera de 1981 y el invierno de 1982, según afirma el periodista Thierry Wolton, especialista en asuntos de defensa, en un libro que saldrá a la venta esta semana y que se titula Farewell, nombre que recibió el topo. Wolton asegura que el espía soviético merece figurar entre los grandes nombres de la historia secreta de este siglo. Sus revelaciones provocaron la expulsión de 47 diplomáticos soviéticos de Francia.

Para el autor, Occidente contrajo una deuda inagotable con él porque gracias a sus informaciones fue posible desmontar, no sólo en Francia, sino también en Estados Unidos y en otros países de Europa occidental, la red de espionaje industrial y tecnológica de la URSS.La historia comenzó un día de la primavera de 1981, cuando un ciudadano francés que regresaba de Moscú entregó a la Dirección de Vigilancia del Territorio (DST) -contraespionaje- una extraña carta. Se trataba del mensaje de un alto funcionario soviético que decía haber estado destinado en la Embajada de su país en París en los años sesenta y que se ofrecía a entregar documentos sobre los trabajos de la llamada Sección T del KGB, el departamento soviético encargado específicamente de obtener por medios ilegales información tecnológica.

Los franceses confirmaron la identidad del presunto topo, pero prestaron poca credibilidad a su ofrecimiento, hasta el extremo de que encargaron al mismo ciudadano francés, un civil sin ninguna experiencia, que volviera a establecer contacto y pidiera pruebas reales. La sorpresa fue mayúscula cuando éste realizó un nuevo viaje a Moscú y volvió con una serie de documentos explosivos y auténticos.

Se desconoce la identidad

El ciudadano francés, cuya identidad se mantiene en secreto, recibió la más alta condecoración de su país, la Legión de Honor, en reconocimiento a los servicios prestados, pero fue alejado inmediatamente del expediente, que pasó a manos de los dos mejores especialistas de la DST.La importancia de los documentos era tal que el propio presidente François Mitterrand fue informado de la operación. El presidente francés habría comunicado a Ronald Reagan la existencia del topo durante la entrevista que mantuvieron en Ottawa (Canadá) en julio de aquel mismo año. Posteriormente, el director de la DST, Marcel Chalet, se entrevistó con el vicepresidente George Bush, antiguo director de la CIA, y con especialistas de la agencia norteamericana.

Las informaciones de Farewell permitieron expulsar, en diferentes operaciones, a 148 diplomáticos soviéticos destinados en varias capitales occidentales y especializados en espionaje industrial. Entre ellos figuraron 47 diplomáticos que estaban en París y que recibieron la orden de abandonar inmediatamente Francia en abril de 1983. Contra lo que es habitual, las autoridades de la URSS no tomaron ninguna represalia contra los diplomáticos de la Embajada francesa en Moscú.

Thierry Wolton asegura que Farewell permitió también identificar y detener a Manfred Rotsh, un ingeniero alemán que trabajaba en la Messerschmidt y que había estado pasando información a la URSS durante 17 años.

Según la investigación del periodista, el topo soviético no exigió el pago de una cantidad concreta, sino que se conformó con la promesa de que recibiría suficiente dinero para "vivir dignamente" toda su vida si un día lograba huir de la Unión Soviética.

Los franceses perdieron repentinamente el contacto en noviembre de 1982 y nunca más han vuelto a tener noticias de su informador. Wolton aventura la hipótesis de que Farewell era un alto funcionario de la propia Sección T de la KGB: algunas de las copias que entregó estaban numeradas y firmadas personalmente por Yuri Andropov, entonces jefe del espionaje soviético.

Oficial ejecutado

Según el escritor, el topo puede haber sido un oficial que, según rumores que corrieron en su día en Moscú, fue ejecutado no por estar implicado en un asunto de espionaje sino por un escándalo de costumbres que terminó con la muerte del policía.Medios oficiales franceses mantienen el más completo silencio sobre el asunto Farewell. Las revelaciones de Wolton llegan, en cualquier caso, en un buen momento, cuando los servicios de espionaje franceses necesitan como agua de mayo algo que mejore su imagen, deteriorada por la reciente y desastrosa operación de sabotaje del Greenpeace en Nueva Zelanda. Farewell, si algún día se comprueba realmente su existencia, quitaría a los franceses el mal sabor de boca que dejó aquel escándalo, saldado con el cese de un ministro y un almirante, y la detención y condena a diez años de cárcel de dos de sus agentes.

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