El contratestamento de Thomas Mann
Esta extraña novela, que parece disentir dentro de la obra del gran Mann, le acompañó, sin embargo, durante casi toda su vida. Ya en 1911 el joven escritor, que había triunfado con obras como Los Buddenbrook -que hemos podido ver en excelente adaptación de TV-, dio de lado la primera parte de una novela, Las confesiones del estafador Félix Krull, para terminar una breve obra maestra, La muerte en Venecia, cuyo éxito cinematográfico ha sido tan indiscutible que sólo ha molestado a los cinematófilos.Pero esta primera parte del Félix Krull apareció publicada como un fragmento de novela en 1921. En realidad, el proyecto y sus borradores permanecieron en los cajones o en las maletas del escritor y le siguieron a lo largo de sus triunfos y fracasos, del Premio Nobel, del exilio a principios de los años treinta, del destierro norteamericano, del regreso tras el trágico y querido final de la guerra, hasta su última residencia en Suiza, para terminar aflorando al final, sólo unos meses antes de su muerte: en 1954 aparecía el primer volumen completo de la novela de Félix Krull, que cuadruplicaba el proyecto juvenil y que, sin embargo -a sus 80 años-, sólo suponía, en su intención, la primera parte de una trilogía que jamás pudo completar, pues el escritor fallecería pocos meses después.
¿Pero quién es este Félix Krull que tanto obsesionó la vida de su autor? Su biógrafo Roman Karst dice que "la historia de esta novela es una de las más fantásticas dentro de la obra total de Thomas Mann". Publicó un primer fragmento, con la adolescencia del personaje, en 1923. Es la que en España publicó Planeta, en traducción de Anny dell'Erba, en 1968, llamando al protagonista aventurero, en lugar de estafador: una segunda versión ampliada apareció en 1937, en Amsterdam; y por último, la tercera y definitiva -pero que era el primer volumen de una trilogía para siempre inconclusa-, que apareció en 1954 y que en 1956 tradujo al castellano Alberto Luis Bixio en la Editorial Sudamericana de Buenos Aires, en una edición hoy inencontrable.
Se trata de la última novela de Mann, y tal vez la más sorprendente dentro de su implacable carrera. Es una novela picaresca que de algún modo constituye una especie de sátira o de parodia de las habituales maneras de hacer del escritor. Krull es un estafador, esto es, un criminal, que no respeta uno de los valores claves del mundo burgués, el de la propiedad privada. Es hijo de un fracasado fabricante de vino espumoso del Rin, juerguista y suicida, cuya primera actuación es un falso concierto de violín.
Un hombre seductor
Un niño aficionado a los disfraces y a falsificar documentos que, tras la muerte de su padre, se traslada a París como empleado de hotel, situación que será la base de su fortuna. Félix Krull perdió su doncellez en brazos de su criada Genoveva; es un hombre seductor y bien dotado que se vale de estas dotes para ir escalando una fraudulenta fortuna.Kruil es también un artista, y sujeta sus actividades ilegales a todo un sistema de tácticas y técnicas que no están muy alejadas del código burgués de valores contra el que no hace más que atentar. Seduce hombres y mujeres, roba, soborna, suplanta y hasta llega a ser condecorado por el rey de Portugal tras hacerse pasar por un aristócrata perdulario, para terminar en los brazos de la madre de la mujer a la que intentaba seducir.
¿Novela picaresca? Desde luego, y los ejemplos abundan en la literatura alemana, desde el Simplicissimus hasta Günter Grass. Pero también una especie de puesta en tela de juicio del mundo de Mann, el gran escritor burgués de nuestro siglo. Frente al trágico testamento del Doktor Faustus, he aquí, pues, su antitestamento, la puesta en solfa de todos sus valores hasta entonces defendidos. ¿Y si todo, al fin y a la postre, no fuera más que una enorme mascarada?
Félix Krull se emite hoy a las 21.30 por TVE-1.
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