El hundimiento del imperio de cartón piedra
Alba de América, dirigida por Juan de Orduña, supuso el hundimiento definitivo de la productora Cifesa, una empresa valenciana de la que surgió el cine más característico de la España de los años 40, una variante hispánica del llamado cine histórico.El enorme éxito de Locura de amor hizo que Cifesa se empeñara en repetir la jugada en varias ocasiones -de todas maneras, el grueso de la producción siempre correspondió a la comedia, tal y como demuestra Felix Fanés en su clarificador libro Cifesa, la antorcha de los éxitos- tropezando en casi todas ellas, de forma muy especial con La leona de Castilla y con esta Alba de América protagonizada por el portugués Antonio Vilar.
El fracaso de público de esta superproducción sobre el descubrimiento colombino coincidió también con un cambio en las orientaciones de la política cinematográfica oficial. No en vano el mismo año 1951 aparecía Surcos -precisamente, emitida por TVE la semana pasada-, que era un primer intento de neorrealismo a la española, aunque, ciertamente, muy limitado por las presiones censoriales.
Surcos, dirigida por José Antonio Nieves Conde, suponía el nacimiento de unas inquietudes y el testimonio de un clima distinto, preocupado por la realidad de la calle, por los temas contemporáneos. Desde la perspectiva de un falangismo ortodoxo, que se quería distanciado de un poder cuya mayor preocupación consistía en el maquillaje delirante de la miseria, Surcos describía una España en la que la tan cacareada justicia social no existía, ahogada por los estraperlistas, la retórica y la represión.
García Escudero, en su breve primer paso por la Dirección General de Cinematografia, hizo que las preferencias oficiales fueran inicialmente para Surcos -eso sí, después de que el filme de Nieves Conde fuera profundamente adulterado por unos censores que no soportaban esa realidad en primer grado que les explotaba en la cara- en detrimento de Alba de América.
Fue un gesto quijotesco. Desde el propio palacio de El Pardo -el general Franco tenía la costumbre de visionar todas las cintas premiadas por el Sindicato del Espactáculo, costumbre que no abandonó hasta el momento en que se encontró con el compromiso de tener que recibir a Bardem y Berlanga, autores de Esa pareja feliz- se obligó a una reconsideración de las calificaciones, de modo que Alba de América fue ascendida de categoría a costa de Surcos.
El cine representado por Alba de América murió a pesar de la ayuda del poder. El proyecto Cifesa no sólo chocaba con el mayor o menor rechazo por parte del público, factor que no era determinante cuando la buena marcha. de las productoras dependía de la explotación de películas norteamericanas, sino con su propia grandiosidad hollywoodense, hecha de contratos millonarios, con unos sueños exportadores que jamás se hicieron realidad, con unos gastos fijos faraónicos y con un mercado interior distorsionado por el proteccionismo y las trampas.
Alba de otro cine
Alba de américa es el símbolo de la inviabilidad de unos anhelos imperiales. De la misma manera que el oro que llegaba de América iba a parar a manos de banqueros italianos o de los Países Bajos, la aventura cinematográfica de lanzar unas carabelas al mar para hacerlas llegar a las playas, aún vírgenes, de un Benidorm metamorfoseado en geografía caribeña también acabó en naufragio económico. La pica resca sustituyó a la gran indus tria al hundirse el cartón piedra, que camuflaba raquitismo y falta de cimientos. La fazaña, neolo gismo que suma fascismo y aventura, desaparecía para que ocu paran su puesto las películas de problemas religiosos, señal inequívoca de la muy directa relación existente, al menos en España, entre la industria cinemato gráfica y el poder político. Sur cos, como Día tras día o las inmediatas aportaciones de Bardem y Berlanga, quedó como una excepción a la regla.
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