La frivolidad necesaria
Fernando García de la Vega es un veterano profesional de Televisión Española que ha demostrado desde siempre -al menos desde que le aceptaron sus proyectos- una encomiable fidelidad al género frívolo en sus distintas manifestaciones. Comenzó con la canción ligera, escenificada en aquel programa entrañable que fue Escala en hi-fi.- Años después nos sorprendió con una acertada revitalización de la zarzuela -repuesta recientemente-, y ahora podemos ver su último trabajo sobre las mejores obras de la revista musical española.Varía la selección y el tratamiento, pues, pero subsiste. en todas sus creaciones una sana despreocupación que debe ser saludada como un verdadero hallazgo, comparada con tantos falsos y pedantes trascendentalismos, repletos de pretensiones desmesuradas.
La revista hispánica es, indiscutiblemente, una curiosa aportación teatral, reciamente celtibérica -para lo peor y lo mejor, desde luego-, dificilmente exportable y que jamás puede confundirse con los relatos musicados típicos de otros pueblos.
Como toda realidad histórica, refleja el momento que la vio nacer con una rara precisión, pese a su aparente intemporalidad.
Las obras de los años cuarenta no se parecen, en ningún sentido, a las que se conciben ahora ni éstas podrían compararse con las que se hagan mañana.
Parece fácil renovar ese ámbito teatral tan peculiar, pero no lo es porque, por un lado, la estructura de esos libretos y partituras depende mucho del ambiente original y, en bastantes casos, su simple revisión provoca un humor involuntario por su ingenuidad y elementalidad. Otro de los grandes problemas es la conservación de los valores escénicos, cuando existen, en la adaptación a la pantalla doméstica, más allá del ambiente irrepetible que se produjo en las representaciones de hace tantos años, con la colaboración emocional de actores, cantantes y espectadores, que permitió superar las limitaciones, errores e inconsecuencias de argumentos, letras y música. Las adaptaciones televisivas de García de la Vega están animadas por las mejores intenciones, no lo dudo, pero no siempre logran preservar el clima primitivo ni la tensión especialísima que sólo se puede producir en el teatro, con la reacción obligada de un público real. El resultado, en un gran número de casos, es que nos enfrentamos a la desnudez ofensiva de unos espectáculos cuya auténtica frivolidad no se puede apreciar debidamente porque se ha quedado en el trasvase, mientras sí se han conservado unos personajes insoportables y unas intrigas ridículas.
Suele suceder lo mismo -no siempre, claro está- en las obras dramáticas presentadas por Televisión Española, y no debería ocurrir si se hicieran las cosas bien, aunque es preciso reconocer que la gran mayoría de las revistas musicales de este programa parecen concebidas para subnormáles capaces de soportar cualquier cosa. Está muy bien la chispa, la ocurrencia y la diversión, pero no la caricatura, la reiteración y los tópicos como único manjar que llevarse a la boca. Una cosa es apreciar los números musicales -alguno de los cuales tiene aún una cierta gracia y una melodía pegadiza- y otra seguir atentamente en las partes habladas las evoluciones de unos personajes inadmisibles, se les mire por donde se les mire. García de la Vega ha intentado adobar el invento con técnicas electrónicas novísirnas, pero tales efectos especiales, aunque pueden sustituir a los decorados habituales -a veces-, no aciertan a disimular las carencias de los montajes.
Poco ingenio
Una antología de la revista musical española -como sucedió con la zarzuela- se vería con agrado e interés en su versión televisiva siempre que se realice mejor y con más ingenio del que exhibe este programa, sobre todo si el ingenuo espectador cree asistir al rescate de un patrimonio cultural olvidadoDar las obras completas, en cambio, ¡y qué obras!, es exagerar la nota, en mi opinión, poniéndonos ante nuestra propia incompetencia y falta de imaginación históricas. Bien está recuperar las mejores creaciones de ayer, siempre que ocultemos, piadosamente, las peores.
Actores y actrices, en general, dejan mucho que desear. No sé si han tenido el tiempo suficiente para ensayos y grabación, pero las primeras figuras femeninas -salvo Concha Velasco, siempre justa; Esperanza Roy, con su enorme capacidad; Teresa Rabal y alguna otra- no cumplen los mínimos exigibles.
Es un consuelo, de cuando en cuando, encontrar en estas revistas algún buen actor de carácter, como el fallecido José Bódalo, Quique Camoiras, Zori... y otros sobrevivientes, capaces de dignificar cualquier empeño, porque eran y son incombustibles y resisten todos los embolados.
Tampoco tengo una opinión muy positiva de la iluminación -tan repetida y plana- ni de la coreografia, escasamente imaginativa, casi siempre igual a sí misma de una semana a otra. Adaptar a la televisión una antología, cuidadosamente escogida, de las mejores revistas musicales es un propósito digno de elogio, pero hay que cuidar la ejecución mucho más, aunque el presupuesto suba y haga falta emplear más tiempo. O se hace muy bien o, desde mi punto de vista, no vale la pena hacerlo.
La comedia musical española se emite hoy a las 21.35 por TVE-1.
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