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El miedo a contraer la hepatitis altera las Navidades en Sarria

Los vecinos de la localidad lucense de Sarria evitan encontrarse con sus amigos. Algunos han visto cómo familiares que residen en otros lugares anulaban la tradicional reunión de Navidad. La actividad escolar permanece susperidida desde hace dos semanas y todo parece indicar que no se reanudara hasta entrado enero. Se ha suspendido el tradicional concurso de panxoliñas y los actos para celebrar el décimo aniversario del instituto. El brote epidémico de hepatitis que afecta a más de 220 personas, en su mayoría niños, ha convulsionado a la población.

En la madrugada del 25 de noviembre, mientras Galicia aguardaba expectante a conocer los resultados de las elecciones autonómicas celebradas el día anterior, la intranquilidad comenzaba a llegar a algunos hogares de Sarria. Los miembros más jóvenes de algunas familias se sentían enfermos, con dolor de cabeza, temperatura alta, vómitos y una ligera pigmentación amarillenta. Eran los primeros síntomas de la hepatitis. Tres días más tarde, los afectados eran ya 30 y, desde entonces, el goteo diario de casos ha aumentado la cifra hasta más de 220, en su mayoría niños y jóvenes entre los cuatro y los 16 años. Casi el 10% de la población escolar del municipio guarda cama en sus casas, mientras el resto de sus compañeros disfruta de unas vacaciones de Navidad anticipadas.La normalidad cotidiana de la villa de Sarria, en la provincia de Lugo, ha quedado rota y la vida ciudadana sufre una fuerte convulsión. Existe preocupación, y en algunos casos hasta psicosis, entre los más de 12.000 habitantes del municipio, que se pone de manifiesto con tan sólo mencionar la cuestión. "A mí me entristece ver la calle mayor vacía de niños, cuando siempre la alegraban con sus juegos y griterío", comenta una joven madre cuyos dos únicos hijos están en cama con la enfermedad. Y mientras critica el retraso con que se tomaron medidas, se muestra convencida de que las fiestas navideñas no van a ser iguales que otros años. "Serán más tristes".

Sin concurso de corales

La celebración de la Navidad en la villa sarriana ha sufrido un serio revés. La sociedad cultural Meigas e Trasgos se ha visto obligada a suspender el tradicional certamen de panxoliñas, concurso de corales escolares. Igual suerte han corrido las jornadas culturales programadas para estas fechas para conmemorar el décimo aniversario del instituto de enseñanza. Y no sólo esto: los numerosos grupos folclóricos suspendieron sus ensayos y los equipos deportivos sus entrenamientos, con lo que los entrenadores se las ven y se las desean para poder contar cada fin de semana con el mínimo de jugadores con el que seguir en las competiciones.La población sarriana, como si de un compló se tratase, guarda silencio en torno a la epidemia. Y los pocos que se deciden a hablar lo hacen para mostrar su preocupación por las repercusiones que la enfermedad pueda ocasionar. Ellos mismos ponen de relieve que algunas de las seis fábricas de embutidos existentes en la localidad comienzan a tener dificultades para comercializar sus productos. No descartan que esto mismo pueda ocurrirles a otros establecimientos.

Curiosamente, quien no tiene ningún inconveniente en tratar el tema es Cristina Miranda González, sobre quien se han vuelto todas las miradas en los últimos días. Cuatro de sus cinco hijos y su marido padecen hepatitis. Y ello le ha obligado a convertir mi casa en un pequeño sanatorio. "He vaciado el salón y he puesto allí cinco camas, porque creo que es lo más indicado, además de que resulta más cómodo". Cristina, que critica a quienes "quieren convertir esto en un drarna", cree que "no es para tanto", no le concede al brote epidémico mayor importancia de la que tiene, porque "algunos parecen hasta tener vergüenza de que en sus familias haya enferrnos".

Desde que se tuvo conocimiento de la existencia de los prirneros casos, todos los responsables de la sanidad de Galicia han desfilado por Sarria. Y el brote ha. servido para poner de manifiesto las interferencias existentes entre las administraciones central y autonómica en esta materia. El conselleiro de Sanidad, Javier Suárez Vence, prohibió al director provincial de la Salud, Cándido Sánchez Castiñeiras, hacer declaraciones sobre este brote si no era en presencia del delegado de Sanidad de la Xunta, Francisco Bobadilla.

Enfrentamiento aparte, los responsables sanitarios afirmaron que el brote de hepatitis tuvo su origen en el consumo de agua en malas condiciones. Los manantiales de Ortoá y Cervo, que abastecieron a la villa hasta 1966 y de los que en épocas de escasez toma agua la traída general, parecen haber sido los portadores del virus, a la espera de que lo confirmen los resultados de los análisis que se han realizado. De ahí que el mayor número de afectados se haya producido en la zona antigua de la población, la más próxima a estos manantiales.

Mientras la progresión de casos parece comenzar a remitir y la normalidad vuelve a la villa, partidos políticos, asociaciones vecinales y de padres de alumnos y sindicatos obreros y agrarios exigen responsabilidades, no faltando quien solicite incluso la declaración de zona catastrófica. Y los sarrianos han pedido, a través de una comisión de seguimiento, que se page a los trabajadores afectados los salarios que perdieron, que se concedan ayudas a industriales y comerciante y que el Ayuntamiento realice una campaña publicitaria para fortalecer la imagen que puede haber resultado dañada.

La alcaldía, que se muestra preocupada porque "personas con afán demagógico quieren fomentar un clima de animosidad contra esta institución", asegura que mantendrá informada a la población para restablecer la calma.

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