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Maximino Alonso

El vigilante que se convirtió en pintor

Maximino Alonso, nacido en Barbolla (Segovia) hace 64 años, podría ser el protagonista de uno de esos cuentos en los que el pastor acaba convirtiéndose en príncipe. Maximino nunca fue pastor, aunque sí niño labriego, y ahora tampoco es un príncipe encantado, pero sí ha pasado de ser el responsable de seguridad de las salas Ruiz Picasso de la Biblioteca Nacional a protagonizar con su pintura naïf una reciente exposición en una importante galería de arte de Madrid. La pintura es ahora la ocupación más importante de su vida.

Cuando vivía en Barbolla, trabajando en las labores del campo, al igual que toda su familia, Maximino Alonso no se había planteado nunca ni ser vigilante ni dedicarse a pintar. Sin embargo, el cumplimiento del servicio militar en Madrid le cambió la vida. Decidió que no quería seguir en su pueblo y se alistó en el Cuerpo de la Policía Nacional. Cartagena, Segovia, Oviedo y Madrid fueron las ciudades a las que fue destinado a lo largo de más de 30 años. "Me jubilé en 1974 con el grado de teniente, a los 53 años. Fue mala sombra, porque un poco tiempo más y salgo de capitán".Maximino Alonso tiene buen recuerdo de esta etapa. "Yo estoy muy contento de este trabajo", dice, "aunque, claro, también tuve malas experiencias". Sus peores recuerdos de estos años fueron una ocasión en la que tuvo que desalojar una fábrica y otra en la que tuvo que hacer la misma operación en la facultad de Derecho, en la que se encontraba el mayor de sus dos hijos.

Ya con la jubilación en el bolsillo, pasó a encargarse de la seguridad del Museo Español de Arte Contemporáneo durante cinco años, y posteriormente fue trasladado a las salas Ruiz Picasso de la Biblioteca Nacional, con 33 personas a sus órdenes. La ley de incompatibilidades le forzó a renunciar formalmente al cargo, aunque ha permanecido haciendo las mismas funciones, "porque me pidieron que siguiera ayudando y porque a mí me gusta mucho este trabajo".

Lo de la pintura ha sido un descubrimiento casi de última hora en su vida. Maximino Alonso considera que es un hobby descubierto hace sólo tres años y materializado gracias a los ánimos recibidos del pintor Eduardo Arroyo, quien vio a Maximino cómo mataba el aburrimiento dibujando con bolígrafos de colores.

Alentado por las palabras de Arroyo y de otros muchos conocidos pintores y críticos cuya presencia es habitual en las salas Picasso, Maximino Alonso se volcó en la pintura. Con un estilo espontáneo, elemental y muy colorista fue realizando paisajes, copias de algunos de sus cuadros favoritos. Tenía que aprovechar el tiempo libre que le dejaba el tener que estar pendiente de cualquier incidencia, del teléfono, de salir a la puerta e incluso de barrer los restos de cualquier cosa que se cayera por el suelo.

Con una amplia sonrisa que delata su satisfacción, cuenta que en la reciente exposición que ha protagonizado en Madrid ha vendido 10 cuadros y que le han adquirido muchos más entre los que tiene almacenados en su pequeño despacho de la Biblioteca Nacíonal.

Las salas de exposiciones de la Biblioteca Nacional se cerrarán el próximo año, cuando la actividad que en ellas se desarrolla pase al centro cultural Reina Sofía. "Entonces me quedaré sin ocupación laboral y me dedicaré exclusivamente a mis cuadros".

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