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La 'cumbre' de Luxemburgo

Los jefes de Estado y de Gobierno de la CEE han discutido cómo abrir el camino a una reforma mínima de la Comunidad. Italia ha condicionado la propia adhesión al juicio positivo, bastante improbable, del Parlamento Europeo, el cual se encuentra investido, aunque sea indirectamente, de un poder de codecisión sobre el futuro de la Comunidad. La elección de Italia de mantenerse ligada al voto de la reunión de Luxemburgo no impide, sin embargo, a nuestro Gobierno expresar una valoración globalmente negativa sobre el conjunto de las reformas puestas en marcha en la cumbre.El acuerdo, laboriosamente logrado por los jefes de Estado y de Gobierno, abarca prácticamente todos los puntos que habían sido discutidos en la conferencia intergubernamental: realización hasta 1992 de un espacio único sin fronteras por el que se garantiza la libre circulación de personas, mercancías, servicios y capitales; inserción en los tratados del objetivo de la unión económica y monetaria; compromiso de mejorar la cohesión economica entre las regiones ricas y las subdesarrolladas; ampliación de los poderes del Parlamento Europeo; atribución de nuevas competencias a la Comunidad en materia de investigación tecnológica; tutela del medio ambiente; protección social; redacción de un tratado que formalice la actual práctica de cooperación intergubernamental en política exterior.

No obstante la importancia de los títulos, se trata en realidad de reformas de nivel bajísimo, que no modifican los equilibrios (...)

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