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Entrevista:

Adolfo Suárez: "Yo sólo me aliaría políticamente con Felipe González en condiciones de anormalidad"

"Se ha producido respecto de mí una nueva credibilidad" - "No aspiramos a ser la tercera fuerza del país, sino la primera"

FERNANDO JÁUREGUI Adolfo Suárez declaró recientemente que "inevitablemente" volverá a ser presidente del Gobierno. "Pronuncié esa frase yo diría que con buen humor y una sonrisa, pero no desde el escepticismo, sino desde la confianza en el pueblo español y desde la seguridad que me proporcionan los militantes y el programa de un partido que constituye una auténtica alternativa política. Hoy, el calendario para conseguir ese fin no me sitúa, al menos aparentemente, en 1986. Pero ese calendario puede cambiar, porque quien decide es el pueblo español". Suárez, el segundo o tercer político más popular de España, según las encuestas, minimiza las maniobras de que recientemente ha sido objeto, así como las dificultadess materiales que atraviesa su partido, el Centro Democrático y Social. Hombre poco dado, hasta ahora, a las entrevistas, realizó la que hoy publicamos, en su mayor parte, mediante cues tionario y respuestas por escrito.

Pregunta. Quisiera que detallara sus perspectivas ante las elecciones gallegas. ¿Cree que efectivamente el CDS puede consolidarse como la tercera fuerza política y que, en ese caso, puede llegar a adquirir una potencia suficiente para romper el esquema bipartidista?

Respuesta. En Galicia, como en el resto de España, desde hace tres años, los hombres y mujeres del CDS estamos trabajando para una implantación sólida del partido. Desde nuestra perspectiva, lo más importante es la consolidación de un centro progresista serio, responsable y coherente que tenga presencia en todas las instituciones del sistema democrático y que constituya una verdadera alternativa a la situación actual. Las elecciones gallegas nos ofrecen, por primera vez, la posibilidad de llevar nuestro pensamiento y nuestra voz al Parlamento gallego. Vamos a aprovechar esa posibilidad. Confiamos, en alcanzar un grupo parlamentario. Desde julio de 1982, en que se fundó el CDS, nuestro trabajo para la implantación del partido en todas las nacionalidades y regiones de España no tiene como objetivo final convertirnos en la tercera fuerza política. Aspiramos a llevar nuestro mensaje a todos los españoles, suscitar su confianza y su credibilidad y llegar a ser -y no a largo plazo- la primera fuerza política del país.

La sociedad española no se encuentra bien reflejada en un esquema político bipartidista. Los resultados de las elecciones de 1982 fueron la consecuencia de una situación excepcional de imposible o difícil repetición. La desaparición del, hasta entonces, partido mayoritario y gobernante -UCD- y la fragmentación del PCE determinaron el vuelco del electorado, mayoritariamente hacia el PSOE y, en una buena parte, hacia Coalición Popular. La disolución anticipada de las Cámaras impidió que el CDS se diera a conocer eficazmente. En España existe un ancho espacio político de centro profundamente progresista., Otro problema es que esos espacios se ocupen adecuadamente, pero su existencia no se puede negar. En el CDS estamos construyendo ese centro progresista y reformista que está alcanzando solidez y credibilidad y que trata de superar, con enorme esfuerzo, el trauma histórico que para el electorado supuso la volatización del centro. Son muchos los indicadores sociológicos que señalan que España, en su realidad auténtica, no se acomoda al bipartidismo. Existen en nuestro país demasiadas desigualdades económicas, sociales y culturales para que sólo dos grandes' formaciones políticas recojan, en la práctica, las aspiraciones ciudadanas y logren una política de diálogo que suponga para todos justicia y libertad en una convivencia pacífica. Las distancias entre los españoles tienden, por desgracia, más a la radicalización y al enfrentamiento que al diálogo y al progreso. De ahí mis continuas llamadas al mismo, porque sigue siendo imprescindible para el buen funcionamiento del sistema democrático.

Creo sinceramente que muchos españoles no se sienten cómodos ni ilusionados con un esquema bipartidista en que el desgaste de la mayoría hegemónica del PSOE no es aprovechada por Coalición Popular, que no conecta, en mi opinión, con los profundos deseos de reforma que existen en la sociedad española. Creo que el mapa político español no está consolidado. Nosotros, desde el respeto a todas las posiciones políticas, haremos cuanto esté en nuestra mano por impedir su repetición.

P. ¿Podría anticipar las modificacíones que sufrirá el mapa político español tras las elecciones gallegas, según sus propias previsiones de resultados?

R. Las previsiones que pueden hacerse en relación con Galicia están siempre supeditadas a la postura que adopte el enorme caudal de indecisión que las propias encuestas revelan. La importancia de las elecciones gallegas deriva, en primer lugar, de su condición de elecciones autonómicas. Eso es lo decisivo. Sus resultados van a determinar la labor que puede desarrollar el Parlamento gallego y la Xunta en los siguientes cuatro años, que son años decisivos para toda España en general y para Galicia en particular, porque nuestra integración en la CEE tendrá repercusiones de importancia singular en sectores tan vitales para Galicia como el pesquero, el ganadero y el agrícola. Además, las elecciones gallegas son significativas en cuanto a las elecciones generales que han de convocarse dentro de los próximos 12 meses, pero sólo en relación con las variaciones que ofrezcan sus resultados en cuanto a las expectativas razonables que los partidos de implantación nacional tienen sobre sí mismos o les atribuyen los analistas. Eso es lo verdaderamente significativo a nivel nacional: la comparación de los resultados que obtengamos los partidos de implantación nacional en relación con nuestras propias esperanzas. Y aun ese valor está sometido a todos los acontecimientos que pueden tener lugar hasta la convocatoria de las próximas elecciones generales.

P. Suponiendo que los resultados fuesen malos para el CDS, ¿significaría ello, como se ha dicho desde otros partidos, que habría nuevas posibilidades de acercamiento del CDS a otras formaciones de centro como el PRD?

R. No existen datos objetivos para pensar en malos resultados. Sólo merecerían ese calificativo aquellos que impidieran nuestra presencia en el Parlamento gallego. Hoy por hoy, con todo el respeto que siempre nos merecen los deseos o el esfuerzo de los demás, no pensamos que existan, ni en Galicia ni en el resto de España, otras agrupaciones políticas de centro progresista con vocación política duradera y sólida, distintas del CDS. La estrategia política del CDS es algo muy pensado. Tratamos de construir, en el plazo adecuado, un gran partido nacional que no tiene por qué someterse a situaciones coyunturales, aunque evidentemente las debe tener en cuenta. Hemos decidido concurrir a las próximas elecciones generales en solitario y nada hará cambiar una estrategia que estamos aplicando con precisión milimétrica.

Contacto directo

P. Su actitud se revela, en ocasiones, como de un cierto guadianismo político, en el sentido de que Adolfo Suárez mantiene largos períodos de incomparecencia pública. ¿Cree usted que ese alejamiento de la lucha política cotidiana tiene relación con el buen lugar que su imagen ocupa en las preferencias de la opinión pública?

R. No entiendo lo que usted califica como guadianismo político. Yo no aparezco un día y desaparezco otro. Desde la creación del CDS, en el verano de 1982, todos los fines de semana los he dedicado a visitar los pueblos y las ciudades de toda España y a tener contacto directo con los afiliados y con las gentes en general, que son los electores. Desde el principio ,hemos pensado que levantar el prestigio del centro político, hundido en 1982, requería ese contacto frecuente y directo con el pueblo español. No se trata de una operación de marketing o de mejora de imagen, sino de acercarse, con sinceridad y limpieza, a los problemas reales de los españoles y conocerlos en profundidad. Le puedo asegurar que hoy conozco los problemas que nos afectan como pocos dirigentes políticos. No estoy, por tanto, alejado de la lucha política diaria, sino inmerso en ella, entre los españoles, que son los que la viven y, en ocasiones, la soportan. Creo que si mi imagen ocupa un buen lugar en la opinión pública se debe a ese contacto directo con el pueblo que siempre recoge la Prensa local pero que, a veces, no se transmite, como noticia importante, a los medios de comunicación públicos y privados, de carácter nacional.

P. ¿Cómo explicaría la permanencia de su carisma popular?

R. No se trata de una permanencia, sino de una posible recuperación. Hoy día se habla mucho contra la popularidad y los fiderazgos. Creo que en todas las democracias occidentales los medios de comunicación social han producido el fenómeno de una cierta personificación de las posiciones y de los programas políticos. A través de la imagen del dirigente político se entiende con mayor prontitud el ideario que hay detrás y hasta él brío, el modo y el estilo con que ese ideario se va a realizar. A mí no me gusta la palabra carisma porque creo que encierra un carácter salvador que no se ajusta a la normalidad de la vida democrática. Yo creo que siempre es el pueblo quien se salva y que no necesita un salvador especial. Pero si la palabra carisma se entiende como popularidad, la acepto. Es evidente que después de llevar a cabo el cambio político que se conoce con el nombre de transición y que va desde la ley de Reforma Política hasta la Constitución, tuve una fuerte popularidad, aunque, sinceramente, no creo que tuviera credibilidad personal ante las elites españolas. Fue mi propia gestión política progresista y mi obra de gobierno lo que pudo acreditarme ante el pueblo. La crisis de UCD, los ataques que recibí desde mi propio partido y el acoso del que entonces era el mayor partido de la oposición dejaron mi capital político en la pura quiebra. Conviene recordar que recibí algunos calificativos tan deprimentes como maniobrero, tahúr y prestidigitador. Incluso alguien habló entonces de que se había enterrado a Adolfo Suárez pero que todavía no estaba bien enterrado.

Hoy día creo sinceramente que se ha producido una rehabilitación del pasado político inmediato, del esfuerzo que significó la implantación de las libertades públicas, el reconocimiento de los partidos políticos, la convocatoria de las primeras elecciones generales libres después de 40 años, el consenso para enfocar correctamente toda la problemática política, económica y social que se nos venía encima, la concertación social, la aprobación de una Constitución que sirviera para todos los españoles y para todos los partidos. Pero aparte de ese proceso de rehabilitación de un pasado cuya responsabilidad asumo, creo que, hoy sobre todo, se ha producido respecto a mí una nueva credibilidad como dirigente del CDS, como presidente de un partido cuyos militantes tratamos de conseguir con verdadero sacrificio personal, seriedad, rigor y autenticidad en el enfoque la posible solución de los problemas españoles. Creo que esta credibilidad se ha extendido ahora a sectores que jamás me la otorgaron.

Por eso le he dicho que no hay permanencia, sino recuperación, y que esa recuperación se basa en la sinceridad con que mi partido entiende que el cambio político producido en España constituye sólo un primer paso que no estará consolidado si no va seguido por los cambios sociales, culturales y económicos necesarios para desarraigar cuantas desigualdades injustas y cuantos privilegios infundados se dan aún entre los españoles. Pienso que esta credibilidad viene dada porque es cierto que la mayoría del pueblo español desea conseguir una nueva sociedad en la que cada español, por el mero hecho de serlo, tenga lo suficiente para vivir con dignidad y pensar y expresarse con libertad y en donde cada uno alcance la posición que por su esfuerzo merece. Creo que los españoles somos conscientes de que nuestra entrada en la CEE implica un salto cualitativo en nuestra propia vida que hay que aprovechar para lograr esa nueva sociedad de la que hablo.

El cambio

P. ¿Sigue pensando, a la vista de los tiempos electorales que se avecinan, que la gente le aplaude, pero no le vota?

R. Esa frase corresponde a un contexto político concreto: el que se produjo en 1982. En las convocatorias electorales de 1977 y 1979 las gentes aplaudían y votaban. A partir de 1981, y después de una serie de hechos que todos recordamos, la gente acudía a oírme en los mítines políticos y en las conferencias más por curiosidad o interés que por adhesión política. Cuando yo reivindicaba la supremacía del poder civil y la legitimidad de nuestra democracia, que estaban amenazadas, y señalaba que el único Gobierno legítimo sería el que el pueblo español decidiera en las urnas -lo que sigo pensando y defendiendo-, la gente aplaudía pero no votaba. Y es que la gente que acude a los mítines es escasa y la curiosidad no es un motivo de adhesión política. La gente quería escucharme, sobre todo, para averiguar las razones de los hechos que habían puesto en peligro el sistema democrático. Hoy, el panorama es absolutamente diverso. Desde hace dos años, en mis viajes y en mis comparecencias públicas, la gente no me pregunta sólo por el pasado. Lo que hoy quieren saber es cuáles pueden ser las soluciones a sus problemas y si es cierto que no hay alternativa a la situación actual. La verdad es que aplauden cuando les hablo de las soluciones que aporta el programa político del CbS y cuando les aseguro que sí hay alternativa. La verdad también es que pienso que los que ahora aplauden pueden ser mañana, muchos de ellos, votantes de CDS.

P. ¿Hasta qué punto es cierta la creencia de que el CDS es un partido mucho más próximo al PSOE que a la Coaliclón Popular?

R. El CDS es simplemente diferente de uno y otro partido. Las raíces ideológicas que fundamen tan nuestra concepción de los problemas de España y de sus posibles soluciones son distintas a las que sustentan los programas políticos de Coalición Popular y del PSOE. El CDS, sin ningún afán de monopolio, se considera legítimo heredero de toda una tradición regeneracionista y radical que abarca desde la crítica de los escritores del 98 hasta los diagnósticos políticos de Ortega y de los intelectua les al servicio de la República y las posiciones de un Azaña. Esto no impide que, en determinadas coyunturas históricas, pueda darse una mayor o menor proximidad ante medidas concretas que pro ponga cualquiera de los partidos por usted mencionados. Si, usted revisa nuestra actuación parla mentaria observará que en algu nos casos el CDS ha estado cerca no al PSOE y en otros no. En 1982 nos encontrábamos más cerca de la percepción de la naturaleza de los problemas económicos, internacionales, culturales y educativos que tenía el PSOE que de la que planteaba Coalición Popular. Sobre todo estábamos entonces más cerca de las soluciones del PSOE que de las de Coalición Popular. Hoy estamos absolutamente diferenciados de las medidas que el PSOE ha aplicado en la práctica para resolver los problemas españoles, que, desdé luego, parecen acercarle más a Coalición Popular que a nosotros. Creo que España necesita una solución de centro progresista, que, partiendo de la moderación y de la autenticidad, llegue a la raíz de los problemas y los encauce, y pienso, sinceramen te, que el CDS es ese partido de centro profundamente progresista que juzgo necesario.

P. Sus niveles de crítica hacia la labor del Gobierno en estos tres años son benévolos en comparación con otras formaciones que se proclaman centristas. ¿Piensa que la actuación del PSOE en este tiempo tiene más aciertos que errores?

R. El apoyo popular conseguido en 1982 proporcionó al PSOE una oportunidad histórica excepcio nal. El cambio prometido en la campaña electoral podía llevarse a cabo sin que ninguna otra fuerza política lo obstaculizara seriamente. Los dirigentes socialistas, en aquella ocasión, supieron, de, algu na manera, despertar la ilusión de un país que empezaba a sentir el peso de la decepción. Todos debíamos -a mi juicio- dar al, nuevo Gobierno un margen de con fianza. Yo, al menos, así lo hice. La magnitud de los problemas que debía enfrentar le hacían acreedor a ello. Es evidente que la actuación del PSOE en estos tres años encierra aciertos y errores. Los mayores aciertos, a mi juicio, han sido la culminación del proceso de integración de España en la CEE y las colaboraciones conseguidas en la lucha contra el terrorismo. Los mayores errores se producen en la política económica, donde no se ha utilizado a la inversión pública como estímulo y arrastre de la in versión privada en la creación de puestos de trabajo y no se ha lo grado reducir el paro ni acortar las desigualdades sociales. Pienso, además, que, por encima de los aciertos y los errores, el cambio prometido, que suscitó la confianza de los españoles en 1982, no se ha producido. No es -como se ha dicho desde la oposición- que en España nada funcione. Es que no se han alcanzado objetivos clave para la modernización de España y no se ha conseguido cambiar el horizonte vital de los españoles y afianzar la ilusión despertada hace tres años.

P. ¿Bajo qué condiciones llegaría usted a aliarse políticamente con Felipe González?

R. Podría contestarle que la expresión alianza política es bastante ambigua y que convendría, previamente, aclarar sus distintos contenidos. Pero quiero responder directamente a su pregunta: yo sólo me aliaría políticamente con Felipe González y con cualquier otro partido en condiciones de anormalidad. Hasta hoy, nuestra democracia sólo ha conocido Gobiernos de tipo monocolor, apoyados por una mayoría que, en unos casos. - 1977, 1979-, ha sido relativa, y en otros -1982-, absoluta. El CDS aspira a gobernar, también por mayoría. Respetaremos siempre al partido que alcance una mayoría suficiente y gobierne responsablemente. En ese supuesto, nuestra actitud será de oposición política, controlando la acción del Gobierno y suscitando acuerdos en los temas fundamentales de,Estado. CDS no hará, por tanto, ninguna coalición pre o poselectoral.

Referéndum

P. Si usted fuese ahora presidente del Gobierno, ¿celebraría el referéndum, con todos los inconvenientes que se ven en el horizonte? ¿Qué tipo de referéndum?

R. Es una hipótesis de trabajo en la que me sitúa usted en una posición difícilmente asumible, por cuanto tendría que tener toda la información que en estos momentos tiene el presidente del Gobierno. En segundo lugar, también funcionarían los mecanismos diferenciales de las personalidades humanas del presidente González y yo Irnismo. En tercer lugar, tendría que darse el supuesto de haber hecho una campaña electoral para asumir la presidencia con el compromiso de celebrar un referéndum para salir de la Alianza Atlántica. En esa perspectiva, simplemente por el hecho de esa promesa electoral, yo celebraría el referéndum. Porque entiendo que diez millones de votantes socialistas no se, pronunciaron sobre ese tema y, por tanto, 202 escaños en el Parlamento español no tienen un mandato de sus electores para poder tomar una decisión tan importante como es,ésa. Por otra parte, creo que, de no celebrarse ese referéndum, sería un desprestigio no solo del presidente, sino también de su partido y de la credibilidad que los partidos políticos debemos tener entre el electorado español. Entiendo que el presidente, estando en el Gobierno y dentro de la Alianza Atlántica, pueda haber cambiado de opinión, y eso lo puede justificar ante la opinión pública por cincuenta mil razones. A mí, desde luego, en el supuesto de estar hoy en la posición en la que se encuentra el presidente González, y reiterando que con la carencia de otras informaciones, simplemente considerando las repercusiones negativas que,tendría para la credibilidad de los partidos políticos -los políticos ya estamos en el último lugar en la estimación popular en todas las encuestas-, me parece absolutamente imprescindible la celebración del referéndum. Por otra parte, creo que es la única manera de zanjar un tema tan delicado como éste, porque, si no, estará presente en cada campaña electoral. Desde luego el referéndum tiene que ser vinculante y con una pregunta muy clara, y el presidente del Gobierno tendría que hacer una campaña de información a la opinión pública. También tendría que tener presente una política alternativa para el caso de que la respuesta sea negativa.

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