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Directores de cine debaten en Valladolid las posibilidades narrativas de la televisión

Una discusión sobre las semejanzas y diferencias entre el cine convencional y la narración televisiva, así como las posibilidades y limitaciones de esta última, acapararon buena parte del contenido de la mesa redonda sobre la serie televisiva La huella del crimen, que ha sido elegida serie del año en la 30ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), clausurada ayer. La segunda parte de la serie está ya siendo preparada por su productor, Pedro Costa.

En la mesa redonda, actores, técnicos, responsables de televisión y directores ofrecieron puntos de vista complementarios y en ocasiones discrepantes sobre las posibilidades cinematográficas de un medio, la televisión, cuya recepción por los espectadores se realiza, como dijo Vicente Aranda, en circunstancias bien diferentes del ambiente casi sacral (luces apagadas, silencio) en que se asiste a la proyección cinematográfica clásica.Aranda, director de El crimen del capitán Sánchez, adoptó una postura crítica y lúcida sobre las posibilidades narrativas de la televisión y los cambios estructurales que este medio exige a la hora de hacer cine, partiendo de la premisa de que no es independiente en qué circunstancias se ve un producto de cómo hay que hacerlo. Se definió como un "escéptico positivo" y asumió el que "hay que emplear trucos para atornillar a la gente en el sillón.

Juan Antonio Bardem, director del episodio Jarabo, subrayó el poder de difusión de la televisión ("uno se asombra al pensar que cualquier episodio ha sido visto por 18 millones de personas, mientras que la película que bate récords de taquilla apenas consigue dos millones") y sus consecuencias respecto al proceso interno de creación. Opinó que probablemente en un futuro la televisión sea "el más poderoso medio para ver películas" y confesó que su mayor problema fue ajustarse al tiempo marcado de duración del capítulo, que rebasó en casi media hora.

Tiempo y ritmo

Esta preocupación por el tiempo fue una constante en todos los directores, con la excepción de Angelino Fons (El crimen de la calle Fuencarral), que convino en que la narración televisiva exige un ritmo diferente, ("hay que ir mucho más al grano"), mientras que Ricardo Franco (El caso del cadáver descuartizado) confesaba que en algunos sentidos esta podría ser su película más experimental y mostraba su sorpresa por la rapidez con que la televisión quema el producto de creación que emite.Pablo del Amo, el montador de la serie, se refirió al tempo de la narración en La huella del crimen contraponiéndolo al tradicional de los filmes norteamericanos, simples y esquemáticos. Pedro Costa, director de El procurador enamorado y coproductor de la serie resaltó el significado de poner en contacto la obra de directores cinematográficos con el gran público.

El crimen,como elemento temático, como símbolo ambivalente de repulsión y fascinación, y sus posibles lecturas sociológicas llevaron en el coloquio al establecimiento de la serie negra norteamericana como referente necesario y justificativo al tiempo que en esa línea la mayor parte de los directores mostraron su preocupación por las restricciones a la libertad de expresión a que puede llevar lo que se calificó como interpretaciones abusivas de la ley de protección al honor e intimidad o las presiones corporativas o de cuerpos institucionales que consiguen que "películas que se ruedan y exhiben con normalidad en otros países, aquí no se puedan hacer".

Ramón Criado, director de Televisión Española, confirmó que series, como La huella del crimen ofrecen más problemas sociológicos y legales que otras como Santa Teresa.

la segunda parte de esta serie está siendo preparada ya por su productor, Pedro Costa, con un sistema de trabajo similar al de la primera tanda, en el que Costa basa buena parte del acierto del conjunto: "Que un sólo señor no se lo guise y se lo coma todo". Cada capítulo tendrá un guionista, un reparto y un director diferentes.

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